domingo, 31 de octubre de 2010

EL NUEVO RUMBO MARCADO PARA EUROPA

Siempre hemos oído que Europa es el gran estandarte del humanismo y de los ideales sociales, el garante de los derechos humanos y de la igualdad entre las personas.
Sin embargo, el último siglo de la historia europea no deja lugar a dudas: la vieja Europa ha muerto. En concreto en los últimos cincuenta años (así dejamos de largo las atrocidades de las guerras mundiales). Observando el desarrollo de la construcción de la actual Unión Europea podemos ver de manera nítida cómo los ciudadanos han dejado de ser la prioridad fundamental quedando relegados a un segundo plano ante la incipiente pujanza del nuevo símbolo europeo: el capitalismo.

Tras la firma del Tratado de Roma en 1957 se creó la CEE (Comunidad Económica Europea) iniciándose una etapa de crecimiento económico a base de una intensa urbanización y el desmantelamiento del mundo rural tradicional. Este primer intento de creación de un ente supranacional lo formaron Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.

Desde finales de los 70 los Estados Unidos, seguidos de Gran Bretaña, impulsaron un nuevo modelo de capitalismo mucho más salvaje y depredador que se ha venido a llamar neoliberalismo. Este nuevo modelo se basa en el predominio de sus mercados financieros, en el recorte del estado del bienestar hasta reducirlo a la mínima expresión, la supresión de todo lo que tiene que ver con derechos de los trabajadores y en la gestión de la deuda externa de los países del Sur a través de las instituciones internacionales.
Mientras tanto, la CEE sufre una fuerte recesión debida en gran medida a las crisis energéticas. Es entonces cuando las transnacionales europeas y las elites económicas exigen un giro neoliberal en la política del viejo continente.
Rápidamente la maquinaria política se pone a trabajar al dictado de la economía y en 1985 el Consejo Europeo aprueba el Acta Única, creando así un mercado único para mercancías, servicios, capitales y personas para 1993 (aunque esto último a día de hoy sigue siendo una absoluta patraña y si no que se lo pregunten a los gitanos del este que viven en Francia). Además, a partir de ese momento la denominación oficial pasa a ser Comunidad Europea (CE).

Todo esto supone un primer paso en el avance europeo hacia el neoliberalismo. Este camino sufrió un radical acelerón con la construcción del Tratado de Maastrich. Con la puesta en marcha del Tratado en 1993 se inicia la creación del euro, la moneda común europea. Se ponen los cimientos de la unión económica y monetaria.
Esto crea una nueva situación puesto que las principales divisas mundiales se sustentan en la confianza (sobre todo desde la desaparición del patrón de referencia: el oro) y ésta se basa en la fuerza del poder político y militar, por eso se crean tanto la política exterior y de seguridad, como la política interior y de justicia común.
Ese mismo año se decide ampliar la Unión Europea (así se pasó a denominar después de la firma de Maastrich) hacia el Este. Esta ampliación responde a los mismos criterios que utilizó Estados Unidos en la firma del NAFTA con México, a saber, incrementar el mercado, beneficiarse de una mano de obra cualificada y muy barata, apropiarse de todas aquellas empresas dignas de ser expoliadas y, por supuesto, de todos sus recursos. De paso se aseguraron de desactivar la posible amenaza que pudiera suponer a nivel militar y social. Obviamente, esta ampliación tiene su lado negativo debido a las diferencias económicas y culturales pero, sobre todo, a los fuertes vínculos que los países del Este habían establecido con EEUU tras el desmantelamiento soviético.

A estas alturas todavía quedaban visionarios que creían que la Unión Europea debía jugar un papel fundamental en la historia política y económica del futuro. Sin embargo, la mayoría de políticos tenían claro que el futuro (y el presente) de Europa pasaba por rendir pleitesía al gobierno de los Estados Unidos que poseían tanto el poder político (controlaban la ONU y hacían y deshacían a su antojo) como el poder militar (utilizando la OTAN como una extensión de sus fuerzas armadas) Esta visión práctica del papel a desempeñar por el viejo continente se impuso y en 2001 se elaboró la Constitución Europea.
Esta Constitución no es más que un acuerdo de mínimos para ahondar en la Europa del capital y poder, de esta manera, se responden satisfactoriamente las demandas de las corporaciones europeas en esta etapa histórica en que la aparición de nuevas potencias emergentes puede relegarles al furgón de cola de los beneficios económicos. Para asegurarse de que esto sea así dejan clara la ausencia de una estructura política de poder clara con lo que los grandes capitalistas ven el camino despejado para sus operaciones. No obstante, esta Constitución nace herida de muerte por dos razones fundamentales.
Por un lado, tenemos el creciente descontento popular por el rumbo netamente neoliberal que está tomando Europa. Esto se ve reflejado en el rechazo de franceses y holandeses expresado en las urnas en sus respectivos referendos (no como en España donde fue aprobada por la mayoría, la mayoría de los que fueron a votar se entiende).
Por otro lado, tenemos las continuas injerencias de la administración Bush (apoyados por sus lacayos ingleses) quien en defensa de las corporaciones norteamericanas realiza todo tipo de tretas para desequilibrar la creación de una Europa económicamente potente y por tanto competidora. Entre otros planes de desestabilización, Bush llevó a cabo el escudo de mísiles en Polonia y la República Checa, apoyó insistentemente la independencia de Kosovo y la creación de una gran Albania. Con todo esto pretendía enfrentar a Europa y Rusia (principal suministrador de recursos energéticos de la UE)

Con este panorama, en el año 2007 y en medio de un secretismo absoluto se acuerda en una conferencia intergubernamental el Tratado de Lisboa, además se establece que su aprobación se haga por vía parlamentaria evitando así a la ciudadanía. La nueva Europa será una unión de Estados en la que los ciudadanos no cuentan para nada.
La firma de este acuerdo supone la confirmación de que Europa pertenece al bloque occidental capitaneado por Estados Unidos y renuncia formalmente a ser un actor principal en la historia mundial dedicándose a acatar las órdenes del jefe norteamericano. Es por ello que en el Tratado se señala que la OTAN es el marco donde se organiza la defensa europea (por fin EEUU consigue aunar en solo grupo a los países de Europa del Este bajo su dominio político, económico y militar). Para reafirmar esta postura se designa a Catherine Ashton (declarada entusiasta de los Estados Unidos que no dudó en mostrar su apoyo a la invasión de Irak)como alta representante del Consejo de Europa para Relaciones Exteriores y vicepresidenta de la Comisión Europea.
Con este Tratado se establecen las bases para la total privatización de la sanidad, la educación, el agua y el sistema público de pensiones dejando las riendas a la lógica de los mercados (que ya hemos visto a donde nos ha llevado)
También se establece que las políticas sociales y fiscales queden al libre albedrío de cada Estado para poder satisfacer las demandas internas de cada país con lo que una vez más la política comunitaria es de todo menos común. Con esto se beneficia a los verdaderamente dueños de la UE: Francia y Alemania. Estos países pretenden repartirse el pastel europeo. Para Francia queda todo el flanco sur europeo con la creación de la Unión Mediterránea (que controla la inmigración y el acceso a los recursos naturales de nuestros vecinos del Sur), y para Alemania todo el Este de Europa y sus riquezas.
Otro punto importante del Tratado de Lisboa es que por primera vez la energía se comunitariza (curiosamente casi nada lo hace pero como los países europeos van justos de recursos y en el Este van más sobrados pues... esto sí que pasa a ser legislado por “Europa”).

La verdadera razón del Tratado es mantener en funcionamiento el modelo económico basado en el crecimiento sin límites alimentado por el consumo de energía y por la expansión descomunal del crédito, por eso en el Tratado se refuerza sobre manera la posición del Banco Central Europeo que es totalmente autónomo y no responde ante ningún gobierno.

En definitiva, el Tratado de Lisboa es la culminación de 50 años en los que Europa ha pasado de ser la tierra de los ciudadanos para convertirse en la tierra de las grandes corporaciones y los paraísos fiscales.
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lunes, 18 de octubre de 2010

SOBRE LA CRISIS ALIMENTARIA

Mucho se ha hablado en los últimos meses acerca de la crisis financiera que todo lo puede y deja al mundo pendiente de un hilo, sin embargo, no debemos olvidar que existe una crisis mucho peor que ésta y que, encima, es permanente: la crisis alimentaria.

En el mundo hay cientos de millones de personas que mueren literalmente de hambre, y esta cifra aumenta considerablemente si contamos a todos aquellos que viven pendientes de un hilo sin tener ningún tipo de seguridad y de control sobre sus vidas. Recientemente se han revisado los Objetivos del Milenio, entre los cuales figura como destacado erradicar el hambre en el mundo. Allí se encontraban gran parte de los dirigentes mundiales (mientras se hartaban con opíparas cenas de trabajo) reforzando una vez más la posición del sistema que dice que la crisis alimentaria es debida a la falta de producción de suficientes alimentos para todos los habitantes del planeta. Lo dicen con la boca llena esperando que todos lo asumamos como verdad absoluta. La verdad es que el verdadero problema no es la falta de alimentos, sino la imposibilidad de acceder a ellos para dos tercios de la población mundial.
La propia FAO (uno de tantos organismos que se dedican a perpetuar el sistema imperante bajo una fachada de bondad infinita) admite en sus informes que se producen alimentos suficientes para alimentar a una población de ocho mil millones de personas, cantidad mucho mayor que la población actual. En esos informes se recoge entre otros datos que, desde los años 60, la producción de cereales se ha triplicado mientras que la población mundial sólo se ha duplicado. Entonces, ¿cuál es el problema?

Podría pensarse que el problema radica en las diferentes sequías y diversos fenómenos meteorológicos en países productores, o que viene provocado por el aumento del consumo de alimentos por las incipientes clases medias de Asia y América Latina. Sin embargo, el principal problema es el de siempre: el desarrollo del sistema capitalista y sus consabidas políticas neoliberales han conducido a convertir a los alimentos en una mercancía en manos de aquellos que disponen del capital para sacar beneficios de ellos. Todo lo que rodea a la alimentación (tierras, agua, semillas,...) está controlado por grandes corporaciones cuyo único objetivo es aumentar sus ganancias sin importar las consecuencias que ello conlleva.


Esta explotación mercantil de la alimentación tiene varias vertientes que han conducido a fortalecer el hambre en el mundo.
Por un lado, tenemos a las grandes corporaciones energéticas que han ido encareciendo el precio del petróleo sin descanso durante los últimos años y, encima, nos han vendido que la solución son los biocombustibles. La dedicación de una buena parte de las cosechas a la producción de estos combustibles de origen vegetal ha generado una competencia directa con la producción dedicada a la alimentación puesto que la primera es mucho más lucrativa.
Esto nos lleva directamente a otro factor a tener muy en cuenta: la adquisición y acumulación de tierras. Estas grandes empresas se están dedicando a adquirir tierras cultivables por todo el mundo para dedicarlas a sus lucrativos negocios, a modo de ejemplo tenemos la devastación de la selva amazónica brasileña para producir soja transgénica. Porque, por supuesto, los transgénicos son la solución oficial del sistema para los problemas de alimentación en el mundo, es la receta mágica del capitalismo para erradicar el hambre. Sin embargo, lo que consiguen con esto es desposeer a los campesinos de las tierras que les sirven de sustento y, por tanto, condenarlos a la miseria. Por supuesto, esta acumulación de tierras viene avalada por los organismos oficiales del capitalismo. Así el Banco Mundial a través de la Corporación Financiera Internacional está avalando la adquisición de tierras para la explotación mercantil en pos del libre mercado. También juega un papel importante la Agencia Multilateral de Garantía de las Inversiones (otra institución afiliada al Banco Mundial) la cual proporciona seguros a las transnacionales contra riesgos políticos que puedan poner en peligro sus inversiones.
A todo esto hay que añadir que la conjunción de crisis alimentaria y económica ha supuesto una oportunidad única para los especuladores para penetrar en el mercado de la alimentación y elevar los precios de los alimentos sin tener en cuenta las consecuencias que de ello se deriva (millones de muertes). Estos verdaderos criminales se esconden tras las fachadas de los grandes grupos de inversión que gestionan enormes fortunas.
Como de costumbre estas subidas de precios no repercuten para nada en una mejora de la calidad de vida de los campesinos que representan un altísimo porcentaje de la población mundial. La propia especulación obliga a los países a sustituir los campos tradicionales por un puesto en la red mundial de la producción agroindustrial, esto deja sin ingresos a los campesinos locales puesto que todas sus pertenencias pasan a manos de grandes corporaciones. Los que consiguen sobrevivir se ven obligados a vivir a golpe de crédito que tarde o temprano acabarán por devorarlos a la mínima inclemencia meteorológica.

En definitiva, la crisis alimentaria es el fiel reflejo de las consecuencias del sistema capitalista que ha permitido la invasión de los mercados de los países del Sur por los productos altamente subvencionados del Norte. Esto ha convertido a las tierras del Sur en el campo de producción y abastecimiento del Norte gracias a la mano de obra barata (por no llamarlo directamente esclavitud) y a una inexistente legislación medioambiental que permite el uso de agrotóxicos totalmente prohibidos en el Norte.

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miércoles, 6 de octubre de 2010

"AMIGOS DE LA PAZ": Shimon Peres

Continuamos la serie de “Amigos de la Paz” con otro de los grandes criminales del siglo XX: Shimon Peres.

Shimon Peres (Simón Perski) nació en 1923 en Vishneva, Polonia (actualmente Bielorrusia). En 1935 emigró junto a su familia a Palestina, en aquella época bajo mandato británico, siguiendo los pasos de su padre (convencido sionista) que había hecho lo mismo tres años atrás.

La carrera criminal de Peres empieza a la temprana edad de 18 años cuando ingresa en la Haganá (organización paramilitar que en cualquier otro Estado del mundo sería considerada una sanguinaria organización terrorista pero que en Israel es algo así como un ejercito de liberación). En ella coincidió con otros importantes protagonistas de la historia del Estado terrorista de Israel como Isaac Rabin (con el que compartió Premio Nobel de la Paz), Ariel Sharon y Moshé Dayan entre otros. En 1947 fue nombrado alto mando de la Haganá por David Ben Gurion, al que se unió en el 22º Congreso Sionista Mundial, ocupándose del personal y de la producción y adquisición de armamento hasta que, en 1948, se autoproclamó el Estado de Israel y la Haganá dio paso al actual ejército israelí, el cual ha heredado el gusto por las actividades terroristas. Durante esos años la Haganá, con Peres como uno de sus dirigentes, atentó contra británicos y palestinos e, incluso, atentó contra los inmigrantes judíos que ellos mismos ayudaban a huir a Israel (se han documentado varios ataques de falsa bandera contra barcos que transportaban judíos desde Europa) con el único fin de debilitar el mandato británico y hacerse con el poder en Palestina.

A lo largo de los siguientes 20 años, ocupó diversos altos cargos dentro del Ministerio de Defensa, siendo pieza fundamental en el establecimiento de Israel como potencia armamentística. Estableció relaciones comerciales para comprar armas con Estados Unidos y Francia. Fue esta última la gran colaboradora en la construcción de la primera central nuclear israelí en Dimona. Francia siempre se mostró agradecida por la intervención de Israel en la invasión de la península del Sinaí en 1956.
Fue casi 30 años después cuando el mundo descubrió, gracias al coraje (y a la perdida de su libertad e integridad personal) de Mordecai Vannunu, que Dimona era un reactor de uso militar y que Israel poseía como mínimo un centenar de bombas atómicas. En la actualidad sigue sin conocerse el verdadero alcance del arsenal nuclear de Israel puesto que jamás ha permitido una inspección de verdad y se ha negado en reiteradas ocasiones a la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear. Curiosamente, ahora es Peres (como presidente del país) el que exige la desintegración del Estado de Irán acusándole precisamente de no aceptar las condiciones que él siempre se ha negado a acatar.
El propio Peres admitió que la posesión de su arsenal nuclear era lo que les había allanado el camino para los futuros acuerdos de Oslo.

Tras su paso por el Ministerio de Defensa ostentó el máximo cargo en el Ministerio de Absorción (este pintoresco nombre se debe a que su cometido es facilitar la absorción de inmigrantes judíos, aunque en realidad es una especie de segundo Ministerio de Exteriores centrado en asuntos económicos) y en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones desde donde empezó a gestar las líneas maestras del plan para tejer una red de carreteras por toda Palestina que aísla a los palestinos y comunica los asentamientos ilegales.
Finalmente, en 1974 fue nombrado Ministro de Defensa. Es en este mismo año cuando Peres realiza una de sus mayores hazañas como criminal terrorista: incentiva y funda el primer asentamiento judío en pleno corazón de Cisjordania: Kdumim. La política que se inicia a partir de ese momento conlleva la invasión y aniquilación del pueblo palestino y, como sabemos, sigue vigente en la actualidad al igual que el poder de Shimon Peres. Como resultado de esto han sido asesinados o mutilados miles de palestinos (mujeres y niños incluidos) y millones de desplazados que han tenido que dejar todo lo que tenían y aceptar su nueva condición de parias dispersos por los países de alrededor.

Dando un salto adelante llegamos a la década de los 80 donde ocupó cargos muy importantes (líder del partido laborista, Vice-Primer Ministro y Primer Ministro de Israel). En esta década se producen varios acontecimientos que catapultan a Shimon Peres a la cumbre del terrorismo mundial.
En 1982, como líder del partido en el poder, da su bendición al ataque de Begin y Sharon al Líbano y ordena mantener una zona de seguridad que perdura hasta el año 2000 y que todavía hoy sigue siendo causa de conflictos entre ambos países. Como resultado hay más de 20.000 muertos libaneses, el sur del país es devastado y su capital, Beirut, en ruinas. Durante la ocupación del Líbano destaca la brutalidad de la operación puño de hierro llevada a cabo en 1985, siendo Peres Primer Ministro, violando una vez más las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sin ninguna consecuencia (como viene siendo habitual en el caso de Israel).

Por otro lado, en esta misma década, Peres fue una pieza clave en el entramado del Irangate (básicamente este asunto consistía en la venta de armas por parte de Estados Unidos a Irán y con el dinero obtenido financiar el terrorismo de la contra nicaragüense contra el gobierno sandinista). Shimon Peres se propuso a sí mismo como intermediario entre Oliver North y los iraníes en la venta de armas (qué tiempos aquellos en que Israel e Irán eran socios). De todo aquello sacó una gran tajada económica, el agradecimiento eterno de los Estados Unidos y una ampliación enorme de su poder en Oriente Próximo.

Inició la década de los 90 reconociendo a la Organización para la Liberación de Palestina tras la Intifada iniciada por los palestinos en 1987. Todo aquel proceso culminó en 1993 con la ratificación del Acuerdo de Oslo, por el que un año más tarde recibiría el Nobel (en un principio era sólo para Isaac Rabin y Yasser Arafat pero Peres, en una muestra de su poder, hizo que le incluyeran).
El acuerdo de Oslo fue inmediatamente violado por Israel, aunque jamás tuvo la intención de respetarlo. Nunca se ha retirado de los territorios ocupados sino todo lo contrario, ha seguido ampliando su dominio año tras año. Nunca ha reconocido un Estado Palestino ni ha establecido conexión alguna entre Gaza y Cisjordania.
Seguramente, este acuerdo es una de las mayores burlas realizadas a la humanidad por parte de las élites dirigentes. Para rematar la chanza, Shimon Peres junto a Ariel Sharon, ordenaron el asedio y posterior asesinato de Yasser Arafat.
No estoy seguro, pero debe ser el único caso en la historia en que un Nobel de la Paz es el máximo responsable del asesinato de otro Nobel de la Paz.

Para coronar esta década, en 1996, siendo Primer Ministro de Israel, inicia un nuevo ataque al Líbano llegando a bombardear la oficina principal de la ONU en el pueblo de Qana, matando a más de cien personas que habían buscado refugio en aquel edificio. Ni siquiera por esas la ONU tomó posición contra Peres y, nuevamente, salió sin un rasguño de sus carnicerías asesinas.

Llegados al nuevo siglo, Peres sigue dirigiendo el terrorismo de Estado israelí, continuando con el cerco y las matanzas de palestinos. Además propició la construcción del muro de la vergüenza y los checkpoints con la única intención de aislar a los palestinos y llevarles a la muerte (es asombroso el parecido entre esto y los guetos en los que se vieron confinados los judíos). La magnitud de sus crímenes llevó a que por fin la ONU le acusara como responsable de crímenes de guerra en el Informe Goldstone a raíz de la invasión represiva del ejercito israelí de Gaza entre finales de 2008 y principios de 2009, donde Peres, Ehud Olmert, Tpzi Livni y Ehud Barack son responsables de la limpieza étnica de cientos de palestinos. Es conocido el uso de armas de destrucción masiva durante dichas masacres y posteriores represiones.
Ahora, para mayor gloria, se pavonea por medio mundo esgrimiendo su mejor cara gracias a un nuevo proceso de paz en el que nadie cree pero del que todos hablan.

Este es, a grandes rasgos, el bagaje de Shimon Peres Premio Nobel de la Paz 1994. Sobre sus espaldas y su conciencia (esté donde esté) pesarán para siempre la muerte de miles de personas alrededor del mundo, también pesaran el dolor y el sufrimiento de millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus vidas, sus casas, sus raíces en definitiva por culpa de sus planes para establecer el predominio de un Estado Sionista. Pesa, sobre todo, el genocidio constante que mantiene contra el pueblo palestino a lo largo de tantos y tantos años.
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