viernes, 28 de enero de 2011

EL CONSENSO DE WASHINGTON MÁS VIGENTE QUE NUNCA

El “Consenso de Washington” es un término que acuñó en 1990 John Williamson para referirse a los instrumentos de política y dominación económica neoliberal llevadas a cabo desde los años 70 con el objetivo de instaurar un sistema capitalista global basado en el libre mercado a la medida de las grandes corporaciones y los grandes inversionistas como paradigma único para la economía tras la caída del socialismo como sistema económico.
Recibe este nombre porque es la política que EEUU apoya oficialmente para implantarla en el resto de países (en los USA el libre mercado no es tan puro como quieren que lo sea en el resto del mundo, no hay más que ver las subvenciones gubernamentales a la agricultura). Cuando decimos Estados Unidos nos referimos a la FED (Reserva Federal), al Departamento del Tesoro y a las grandes instituciones financieras internacionales (FMI, BM, OMC, Bancos de Desarrollo Continentales,...) creadas con el único propósito de servir a los intereses norteamericanos y dominadas por ellos.

Estas políticas tienen su fundamento teórico en la Universidad de Chicago cuyo máximo exponente fue Milton Friedman (que vio respaldado su trabajo a favor del capitalismo salvaje con el premio Nobel de economía en 1976). De esta Universidad han salido y siguen saliendo docenas de economistas que ocupan altos cargos en todas las instituciones mencionadas anteriormente y, también, gran cantidad de asesores económicos que trabajan codo con codo con muchos gobiernos alrededor del mundo.

El “Consenso de Washington” se basa en diez pilares fundamentales, a modo de diez mandamientos, en torno a los que giran todas las decisiones a tomar:

1- Disciplina presupuestaria: la primera premisa se refiere a la ausencia de déficit fiscal y a la necesidad de presentar unos presupuestos balanceados. Este equilibrio fiscal jamás ha sido alcanzado por ningún país (como ejemplo los de siempre: para flipar el déficit fiscal de Estados Unidos). Sin embargo, esta imposibilidad no es un obstáculo para obligar a la mayoría de países a drásticos recortes en el gasto público (de lo que hablaremos en el siguiente punto) que conllevan un dramático deterioro de todos los servicios imprescindibles para tener una esperanza y calidad de vida mínimamente decentes.
2- Prioridades en el gasto público: bajo este bonito título se esconde la necesidad de reducir el gasto público. Rápidamente, se deja de invertir el dinero del pueblo en los sistemas de salud, educación, seguridad social, suministros,... esto deja el camino abierto a las privatizaciones y al monopolio del país por parte de una pequeña elite económica. Muchos países que viven situaciones dramáticas se ven obligados a suprimir las subvenciones a los productos alimentarios dejando el precio de estos en manos de buitres especuladores que a la velocidad de la luz condenan a la hambruna a millones de personas.
Otro efecto habitual de esta política, es el despido masivo de funcionarios. En la mayoría de regiones el Estado es el mayor empleador y, por tanto, estos despidos provocan un alto nivel de paro, exclusión y pobreza.
3- Reforma fiscal: se trata de establecer la amplitud de la base tributaria dejando la tasa tributaria marginal en un nivel más que moderado. Estas expresiones sin sentido se traducen a la hora de la verdad en que el mayor peso fiscal recae en las rentas medias (que son la mayoría en los países industrializados) y bajas (la mayoría en los países con economías de subsistencia) mientras que las rentas más altas soportan niveles moderados de presión fiscal (cosa que no les molesta en absoluto pero sirve para tergiversar la opinión pública en este tema).
4- Liberalización financiera: esto consiste en que sean los famosos mercados los que decidan los tipos de interés (a través de los respectivos Bancos Centrales). Obviamente, deciden su aumento porque así reciben mayores ganancias con sus inversiones en los países que optan por estas políticas. Por contra, los ciudadanos de esos mismos países se encuentran con la imposibilidad de obtener créditos a bajo interés con lo que la mayoría de pequeños empresarios (agricultores, comerciantes, ganaderos, pescadores...) acaban perdiendo sus trabajos y con ellos el sustento que les permite vivir.
5- Tipos de cambio: con esto se pretende establecer el clima necesario para que el flujo de exportaciones/importaciones siempre sea beneficioso a las grandes corporaciones que rapiñan los países donde intervienen.
6- Liberalización comercial: más bien debería llamarse liberalización de las importaciones, factor este muy importante en el deterioro económico y social. Esta política significa la eliminación de aranceles sobre los productos importados (que por norma general son más baratos que los nacionales debido a generosas subvenciones estatales o a la explotación sufrida por los que los producen) y la entrada masiva en el mercado nacional provocando la quiebra de empresas y miles de despidos. Junto a esto, se produce una reorientación de la economía desde la autosuficiencia a la exportación. Así países que producían suficiente para su autoconsumo se convierten en campos y talleres de mano de obra barata trabajando para satisfacer las ambiciones económicas de grandes corporaciones. Automáticamente los recursos naturales valiosos son expoliados para la exportación dejando a los nativos en una situación de pobreza e inseguridad alimentaria absolutas.
7- Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas: su nombre deja claro qué se quiere conseguir. Se les ponen tantas facilidades a las empresas foráneas que incluso se les deja llevarse todos los beneficios sin la obligación de invertir ni dejar nada en el país donde operan. Por si fuera poco les fabrican marcos reguladores como los TLC para que tengan total inmunidad en el ámbito legal.
8- Privatización: este es uno de los dogmas más potentes del Consenso: la creencia en la eficiencia superior de la empresa privada. La transferencia de instituciones públicas a manos privadas repercute directamente en el día a día de los ciudadanos, se traduce en la reducción de los servicios públicos y en un aumento de precio para estos mismos servicios (siempre disfrazado bajo el pretexto de la eficiencia y la rapidez), se aumenta el número de despidos y, finalmente, se llega a la práctica aniquilación de los derechos laborales.
9- Desregulación: imprescindible para que sectores enteros de la economía de los países puedan pasar a manos privadas y controlar de esta manera el Estado.
10- Garantía de los derechos de propiedad: este aspecto suele ser poco comentado pero indica ni más ni menos que los Estados (o sea los ciudadanos) deberán pagar siempre por usar la tecnología que les imponen, incluyendo aquí bienes tan imprescindibles como la comida y los medicamentos, que siempre serán fuente de negocio para las transnacionales.

Estas reglas, que claramente son incompatibles con el desarrollo humano de los países, han sido impuestas una y otra vez gracias al esfuerzo conjunto de las instituciones financieras internacionales y al aparato de represión de los diferentes Estados apoyados por el siempre amigo Estados Unidos. A lo largo de los últimos cuarenta años se han sucedido las dictaduras, las guerras y las revueltas represivas que han ido unidos irremediablemente a la imposición de una economía neoliberal que ha llevado al desequilibrio total de las sociedades. Desde las dictaduras del Cono Sur, pasando por las del Magreb, siguiendo por la guerra de los Balcanes y las de Irak, las múltiples guerras en el África subsahariana y muchas otras; han servido como preparación para imponer este modelo. También ha sido impuesto a través del chantaje directo del FMI y BM como en la Polonia de Solidaridad, la Rusia de Yeltsin, los países del sudeste asiático o la Sudáfrica de Mandela.
Millones de personas han sido asesinadas, torturadas y condenadas a la pobreza extrema por los terroristas financieros que dirigen la economía mundial y siguen haciéndolo a día de hoy.


A principios del presente siglo, tras las primeras protestas masivas contra la globalización, se intentó vender que el consenso había muerto porque era inaceptable (que lo es) regirse por un modelo que no tenía ningún interés en el bienestar de la población, la justicia social, los problemas de equidad,... Sin embargo, no fueron más que meras campañas publicitarias orquestadas por todos los que se benefician de esto, incluyendo las corporaciones que controlan los medios de comunicación.
A pesar de esto, seguimos viendo a día de hoy que no sólo siguen siendo las reglas del juego sino que además se han extendido a todo el mundo. No sólo se utilizan en países en vías de desarrollo, ahora se han extendido por todo el planeta. Basta con ver las decisiones tomadas en Europa en los últimos años desde que se aprobara el Tratado de Maastrich que viene a ser un Consenso a la europea.
A modo de ejemplo, podemos ver las decisiones tomadas en España en los últimos tiempos en nombre de la deuda. Desregulación y liberalización del mercado energético (ahora se reparten el pastel más empresas pero las facturas suben a velocidades astronómicas); privatización de todo lo posible (hasta las loterías del Estado, pasando por los transportes, la salud, la educación y un largo etcétera); recortes del gasto público especialmente en todo lo que tiene que ver con pensiones y empleo público; recortes en derechos laborales (hasta el punto de poner al mando al ejército con la excusa de la huelga de los controladores o de declarar ilegal la huelga en el metro de Madrid). Podríamos seguir con muchas más (ahora mismo se acaba de acordar el aumento de la edad de jubilación y la famosa Ley Sinde entre otros atentados a los derechos de los ciudadanos) y otras muchas que, sin duda, llegarán ya sea con este gobierno o con el próximo. Lo que está más que claro es que por mucha crisis que nos vendan, el avance del capitalismo salvaje está alcanzando cotas insospechadas hace unos años y como consecuencia de ello el nivel de vida en todo el mundo se va miserabilizando a marchas forzadas, para muchos esto significa una condena a muerte, para otros un retroceso en su nivel de vida y de libertades sin precedentes, para los menos un aumento de sus riquezas.

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martes, 18 de enero de 2011

EL TRIBUNAL PERMANENTE DE LOS PUEBLOS

A pesar de que en los últimos tiempos parece que todos los acontecimientos nos conducen hacia el fin de la libertad y de la dignidad del ser humano, es importante destacar la existencia de iniciativas, tanto a nivel nacional como internacional, cuya finalidad es precisamente esa: defender la dignidad de las personas frente a los sistemáticos ataques del sistema capitalista.
Encuadrado en este tipo de iniciativas se encuentra el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP). Este tribunal es de carácter no gubernamental y tiene su origen en los Tribunales Russell que sesionaron dos veces en su historia, la primera, para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por los Estados Unidos en la guerra de Vietnam. La segunda, para enjuiciar las dictaduras militares de América Latina. Es aquí, donde una de las audiencias se dedicó al papel crítico de las empresas transnacionales en las dictaduras y donde se articuló el marco de referencia para la elaboración de la Declaración Universal de los Pueblos (Argel 1976) que más tarde pasaría a ser el Estatuto formal del TPP. De esta forma, se entiende que el papel central del poder económico transnacional y de sus alianzas estructurales con las diferentes instituciones estatales sea una parte fundamental del TPP.

El tribunal se constituye en 1979 tras la muerte de su inspirador Lelio Basso, senador italiano que fue figura clave en los Tribunales Russell. Es precisamente la Fundación Internacional Lelio Basso por el Derecho y la Liberación de los Pueblos la que nombra a los casi 130 miembros del tribunal.
La finalidad del TPP es calificar en términos de derecho y hacer visibles aquellas situaciones en que se planteen violaciones masivas de los derechos fundamentales de la humanidad que no encuentren reconocimiento ni respuesta en las instituciones oficiales (que prácticamente son la mayoría de los que se producen por la acción directa del poder transnacional). Es decir, su función es que no queden en el olvido todos los abusos que el orden económico internacional comete contra todos aquellos que son excluidos del propio sistema. Obviamente, esto es una consecuencia directa de la interesada omisión que el derecho internacional hace con todos los delitos relacionados con la economía. De hecho, la Corte Penal Internacional (que es el órgano judicial que tiene el deber de juzgar los casos que exceden la capacidad o voluntad de las autoridades nacionales) ha excluido de su competencia los crímenes económicos, lo que significa la imposibilidad de juzgar la mayoría de las acciones que se producen o coinciden con la violación de los derechos de la vida, para los cuales no existe la posibilidad de formular juicios que tengan efectividad.
Por ello, el TPP se ha convertido en un referente a la hora de juzgar los desastres provocados por el sistema neoliberal y globalizado. A lo largo de los años no sólo ha juzgado las violaciones cometidas por las transnacionales si no que también ha juzgado las implicaciones de las grandes instituciones creadas para mantener y reforzar el sistema como el FMI, el Banco Mundial, La Unión Europea, la OMC,...

Llegados a este punto, es importante señalar que el TPP no es un organismo oficial, por tanto, sus sentencias no tienen un valor real en cuanto que nadie se siente obligado a acatarlas. Sin embargo, si tiene un alto valor moral para las víctimas de los atropellos cometidos que, por primera vez, tienen un lugar al que acudir y donde poder expresar sus vivencias y sus sentimientos. Esto es muy importante porque, por lo general, las víctimas de estos abusos carecen del derecho a ser formalmente tratadas como tales. Porque por encima de todo se trata aquí de una cuestión de dignidad humana, como se recoge en la sentencia formulada en Madrid en mayo de 2010 (echadle un vistazo aquí y veréis la cantidad de empresas implicadas en delitos gravísimos) donde se juzgaba a la UE y las empresas transnacionales en América Latina:

La dignidad-libertad del individuo, su capacidad de determinarse con autonomía en las relaciones de los demás, es un valor que connota a la persona por el mero hecho de serlo y hace de ella un fin, que excluye, como ilegítimo, cualquier uso instrumental de la misma para otros ajenos. La dignidad es el sentimiento que funda la relación entre los sujetos autónomos de la sociedad moderna, porque genera y reclama reciprocidad de trato, reconocimiento mutuo entre portadores de iguales dignidades.
Y la dignidad es el primer valor, el primer bien agredido por los modos de actuar que aquí se juzgan.

El trabajo del TPP también debe servir para poner sobre la mesa con testimonios reales y datos concretos el abuso indecente que el sistema capitalista y sus instituciones cometen sobre las personas y los territorios que habitan. Debe servir para que todos podamos darnos cuenta de que estas atrocidades son reales y que debemos detenerlas cuanto antes porque este camino sólo lleva a la devastación del planeta y de los que vivimos en él.


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miércoles, 12 de enero de 2011

PARA QUE LOS PRECIOS PUDIERAN SER LIBRES

Hace un tiempo, leí en algún sitio una frase de Eduardo Galeano que, refiriéndose a las dictaduras económico-políticas del llamado Cono Sur (Argentina, Uruguay, Chile, Brasil), decía así: se metía a la gente en la cárcel para que los precios pudieran ser libres.
Esta sentencia es un magnífico resumen de lo acontecido en los últimos tres siglos en la historia de la humanidad y la culminación del pensamiento ideológico dominante.
Desde la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) considerada como el documento matriz de las posteriores constituciones y declaraciones de derechos humanos y civiles aparecidas por todo el mundo, la política ha sido el fiel ejecutor de la economía y los intereses de pequeños grupos de elegidos hasta conseguir la implantación global de un sistema encaminado al lucro de unos pocos y la servidumbre de la inmensa mayoría.
Durante todo este tiempo se ha encarcelado o eliminado a todos aquellos que pudieran ser elementos distorsionadores del orden establecido. Las tácticas usadas por el poder han ido variando en función de la época y el lugar, hasta llegar a la actualidad en lo que se denomina Occidente. Es aquí y ahora donde los señores del sistema han alcanzado la cúspide de su régimen opresivo, han logrado lo que ni siquiera los más despóticos y crueles mandatarios de todos los tiempos lograron imaginar: sumisión total de sus siervos e identificación con los objetivos de sus dueños a pesar de que ello supone su total aniquilación como seres libres. Todo esto acompañado por la creación de una ilusión mágica consistente en hacer creer a las personas que viven en la mejor de las sociedades posibles y que son unos afortunados.
La estrategia de las últimas décadas ha sido precisa como un bisturí, abarcando multitud de frentes para conseguir un solo fin: disociar al ser humano de su naturaleza social y de su apego a la Tierra para poder así trabajar mejor el lado más individualista de las personas, reforzando el egoísmo y la exclusión y creando una imagen colectiva de seres consumidores cuyo único fin es aumentar su producción como ciudadanos para poder, así, pasar por encima de aquellos que se queden atrás.
El poder económico amparado en su fiel escudero, el Estado, iniciaron una cruzada a través de la educación, los medios de comunicación, el sistema judicial y la fe en una democracia reducida al cambio de cromos cada cuatro años.
Nuestra sociedad aceptó la total pérdida del control sobre su destino a cambio de unas cuantas chucherías en forma de bienes de consumo que, al fin y al cabo, sólo benefician a quien los financia y los vende.
Han creado seres que únicamente se preocupan por tener trabajo para poder adquirir lo que el modelo social considera un mejor nivel de vida sin pararse un momento a reflexionar sobre qué es lo que realmente quieren o necesitan. Han conseguido fabricar perfectos desconocidos que conviven con otros desconocidos a pesar de compartir un pequeño espacio vital durante toda su vida, con el sentido de colectividad totalmente atrofiado a favor de la competencia de unos contra otros.
Todos formamos parte de esa sociedad que han creado artificialmente a base de represión, el ser humano no es egoísta, ni competitivo, ni mucho menos un destructor de la naturaleza. Los grandes logros de la humanidad se consiguieron con colaboración y respeto entre las personas y el medio ambiente y ese es el legado que debemos transmitir y por el que debemos luchar ahora y siempre.

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lunes, 3 de enero de 2011

EN ESTE 2011


Iniciamos un nuevo año que tiene toda la pinta de ser la continuación de la carrera que el mundo ha iniciado hacia la aniquilación total de los seres humanos. Definitivamente, los poderosos han conseguido encauzar los planes que llevaban décadas poniendo en marcha y han conseguido el sometimiento prácticamente total de la humanidad. Por fin han conseguido rendir a sus pies todos los continentes y ahora tienen el camino libre en su objetivo final: eliminar todo tipo de clases sociales para dejar tan sólo dos estratos sociales; ellos y todo el resto de humanidad que simplemente seremos sus esclavos en las diversas formas de esclavitud moderna. Finalmente, la clase política se ha quitado la máscara y ha dejado bien claro, si es que no lo estaba ya, quienes son los que rigen nuestro destino en esta falsa democracia en la que vivimos los afortunados, porque hay gran cantidad de personas que ni siquiera tienen la oportunidad de vivir esta fingida realidad y subsisten como pueden bajo terribles dictaduras económicas y militares.

A pesar de todo esto, no creemos en la rendición ni en la fatalidad del destino, por eso no estamos dispuestos a renunciar a lo que sinceramente creemos que debe ser nuestro objetivo: una vida en paz en la que todo el mundo pueda aspirar a mejorar como persona y en la que sea posible el respeto mutuo entre las personas y el medio ambiente, una vida en que nuestras preocupaciones no sean económicas sino que nuestras preocupaciones sean la mejora de la calidad de vida de todos.
Sé que muchos pensáis que todo esto es utópico y que nada podemos hacer para influir en el rumbo de los acontecimientos. Por supuesto, yo tampoco veo factible de momento una revolución planetaria que subvierta el orden de las cosas. Lo que sí puedo imaginar son millones de pequeñas revoluciones personales que van uniéndose sin descanso hasta conseguir pequeños cambios que acaban por crear una marea capaz de arrastrar todo aquello que sabemos que está mal aunque ahora no seamos capaces de verlo.

El cambio debe empezar en uno mismo reconociendo el orden de las cosas que nos rodea y admitiendo que esto no es lo que queremos. Si llegados a este punto hay gente que cree que todo va bien en nuestro mundo que se pregunte por qué medio planeta se muere de hambre y el otro medio sólo vive para trabajar y poder pagar así las deudas que le han obligado a contraer para poder vivir como le han enseñado.
Una verdadera reflexión nos lleva inevitablemente a la conclusión de que no vivimos como queremos si no que lo hacemos siguiendo un estricto orden preparado para nosotros en función del país en el que nos haya tocado nacer y existir.

Desde el punto de vista de alguien que vive en lo que se ha dado en denominar Occidente, para iniciar nuestra pequeña revolución debemos empezar por deshacernos del lastre que comporta ser consumidores frente a ser personas. Seamos sinceros con nosotros mismos y admitamos que no necesitamos tantos bienes materiales, no es necesario acumular televisiones que lo único que hacen es encadenarnos a nuestro rol consumista, tampoco es preciso tener más de un coche cuando todos sabemos que no podemos conducir más de uno a la vez y que lo único que conseguimos es perpetuar el desastre ecológico. ¿Por qué nos empeñamos en renovar nuestro vestuario cada poco tiempo? Nos vistamos como nos vistamos seguimos siendo los mismos y es preciso comprender que la ropa “barata” que nos venden las grandes marcas sólo lo es porque explotan hasta la muerte a millones de personas en todo el mundo. Vivimos pendientes de las ofertas en telefonía móvil para cambiar de terminal cada mes si es preciso sin pararnos un momento a pensar en las miles de vidas humanas que se pierden en las guerras africanas a causa del coltán (mineral imprescindible para fabricar móviles).
No quiero decir que nunca más compremos nada pero sí que hagamos un consumo razonable de las cosas y, sobre todo, que tratemos en la medida de nuestras posibilidades de no contribuir a tanta explotación.
En esta misma línea, podemos empezar a consumir productos alimentarios autóctonos y evitar el consumo de alimentos innecesarios que provienen de la otra punta del planeta con el consumo en petróleo que eso supone y la baja calidad con la que llega tras muchísimas horas de frigorífico. Nuestra salud nos lo agradecerá y la agricultura de nuestra región también. En esta línea también podemos renunciar a todo aquello que contenga productos transgénicos. Este tema es difícil porque nos engañan con el etiquetado de los productos pero aún así debemos evitar esto porque es la única manera (nuestros políticos no lo van a hacer) que tenemos de pararles los pies a las grandes corporaciones que quieren controlar el mercado mundial de alimentos a costa de las vidas de millones de personas. Debemos reivindicar los productos ecológicos que al fin y al cabo no son otra cosa que los alimentos que producían nuestros abuelos no hace tanto tiempo.

Otro aspecto muy importante es el uso de nuestro dinero. Está claro que a día de hoy necesitamos dinero para poder vivir, por ello debemos ser más conscientes de lo que hacemos con él. Sé que mucha gente tiene graves problemas ahora mismo y que gran parte de esos problemas le han sobrevenido sin que tuvieran nada que ver, así que debemos sacar nuestras conclusiones de esta situación. Personalmente, tengo claro que los bancos son el problema de todo esto y que es imprescindible la creación de una verdadera banca pública que gestione el dinero sin necesidad de sacar beneficio de ello. Ahora mismo esto está más lejos que nunca, sin embargo, tenemos opciones. Todos los que se puedan permitir sacar el dinero de los bancos pueden optar por la banca ética o por la banca social. En España existen ambas opciones y no podemos renunciar a ellas, ya hemos comprobado que este modelo bancario sólo sirve para que los ricos y especuladores lo sean más. Así que no tenemos nada que perder, porque no nos engañemos si alguna vez tienen problemas (y ni con las ayudas multimillonarias de los gobiernos los pueden solucionar) no se van a preocupar por la gente y si no mirar lo que pasó en Argentina con el “corralito”. También podemos interesarnos por los modelos moneda social que empiezan a aparecer e incluso, por qué no, podemos volvernos locos y, amparados en la solidaridad, empezar a colaborar unos con otros sin necesidad de intercambiar dinero. En fin el poder de la imaginación es inmenso y cualquier solución que se nos ocurra para ponernos a las personas por delante de los bancos es válida.

Nuestra pequeña revolución personal también puede manifestarse en el abandono de los canales oficiales de información y empezar a informarnos por nosotros mismos y sacar nuestras propias conclusiones sin que ningún Fulano nos diga desde la televisión qué es lo que debemos opinar. El cambio puede empezar por apagar la televisión con mayor asiduidad, por no empotrar a nuestros hijos delante de ella, por ser más críticos con la información que nos dan y por no darlo todo por sentado. Existen miles de medios de comunicación minoritarios y alternativos que dan versiones totalmente diferentes de los acontecimientos de interés. Es cosa de cada uno el preocuparse por estar bien informado y decidir cuáles son las fuentes que le merecen confianza pero es importante no quedarse sólo con la versión oficial que dan los medios de comunicación masivos que, al fin y al cabo, están controlados por cuatro magnates que obviamente no van a dejar que nos enteremos de nada que ellos no quieran.

Como decía es difícil un cambio a gran escala de manera rápida, pero es factible en una escala menor. Tal vez debamos empezar en nuestro municipio o a nivel de distrito o, simplemente, a nivel vecinal. Es complicado influir en la política internacional pero otra cosa es la municipal. Por ahí podemos empezar a demandar que los servicios públicos sean prioritarios por encima de intereses económicos. A los políticos de tu pueblo o barrio les puedes hablar cara a cara y hacerles sentir tu malestar día tras día, les puedes exigir personalmente las mejoras que estimes oportunas. Debemos hacerles saber que estamos aquí y que la situación no nos gusta.
También podemos participar en asociaciones que creamos que se ajustan a nuestra manera de pensar o de vivir, el trabajo colectivo por un objetivo funciona como catalizador de inquietudes y demuestra que es posible conseguir cambios cuando nos empeñamos en ello y todos ponemos de nuestra parte.
Otra cosa muy importante es romper el bipartidismo que se intenta establecer en cada país a imagen y semejanza de los Estados Unidos. Una vez comprendido que estos dos partidos (en España PSOE y PP) representan los mismos intereses como hemos visto aquí en los últimos tiempos, lo prioritario es dar cabida a otras opciones políticas, da igual por quién te decantes (por favor intenta no llevarlo demasiado lejos y meter a la ultraderecha en el juego que bastante tenemos ya con lo que tenemos ahora) la cuestión es impedir que estos dos se repartan el poder.

Todo esto son tan sólo algunas de las cosas que podemos hacer en este año que empieza para tratar de reconducir esta vida que se ha vuelto tan extraña para las personas, en la que en lugar de hablar de los problemas de los seres humanos se habla de algo llamado “mercados” y en lugar de ver lo que deberían ser grandes avances en la prosperidad, se ven terribles consecuencias de la codicia y la avaricia en forma de muerte y destrucción.
No queremos un mundo así, no nos sentimos identificados con esta humanidad que nos presentan, no creemos en la doctrina del consumo hasta la muerte, no nos sentimos representados por esta clase política que se dedica a enriquecerse a costa del pueblo, por eso optamos por la revolución personal, una revolución que se convierta en el inicio del camino hacia una sociedad más justa y, sobre todo, más feliz.