martes, 30 de agosto de 2011

APUNTALANDO LA DICTADURA

De sobra conocida la reforma de la Constitución (hasta hace bien poco intocable al parecer de los que ahora mismo le meten mano sin rubor) que van a perpetrar los máximos dirigentes de la dictadura capitalista que sufre España, no hay ya ningún motivo por el cual no debamos todos y todas salir a la calle y luchar por la democracia (voy a obviar lo de “verdadera democracia” porque democracia sólo hay una: la del pueblo). Personalmente, sigo apostando por la desobediencia civil y la noviolencia, lo que no significa que no me defienda si me parten la cara; pero que cada cual luche como crea oportuno. Mi apuesta es no violenta tanto por convicción personal como porque no puedo olvidar que el Estado y sus aliados mantienen, a día de hoy, el monopolio de la violencia sobre todos los ámbitos. Ellos tienen los medios, nosotros, la razón.
La razón de saber que la verdad y la justicia está de nuestro lado, la razón de padecer día tras día esta falsa democracia que dura ya demasiados años y contra la cual es nuestro deber moral rebelarnos.

La reforma constitucional es la gota que colma el vaso (sé que a muchos de los que vais a leer esto el vaso se os colmó hace mucho tiempo). Es poner de manifiesto que las personas no pintamos nada en las decisiones que afectan a nuestra vida y a cómo queremos vivirla. Está reforma deja muy claro quién manda aquí y ahora más que nunca es necesario denunciar este binomio fascista que constituyen Estado y Capitalismo. Han pasado por encima del pueblo sin ningún problema y han destrozado la que, se supone, es la Carta Magna de todos los que vivimos en este territorio llamado España, al que sólo le queda llorar ante la caída hacia el vacío que la sociedad que habita en él, ha emprendido.

Sólo por si alguien anda perdido diré que esta reforma tiene muchos significados, los más destacados en mi opinión:

- Significa el final de la ilusión democrática en la que muchos todavía vivían. La soberanía y el poder no reside en el pueblo sino en el Estado y el Capital.
- Significa la consagración del capitalismo más salvaje y depredador a la altura de dogma de fe obligatorio.
- Significa que nuestras vidas son del sistema financiero y queda sellado en las reglas del juego.
- Significa que sólo aquellos que posean dinero a granel tendrán asegurada una vida digna.
- Finalmente, significa que la historia continua y nada cambia. Siempre el pueblo ha sufrido y así seguirá.

Vivimos en una época muy triste para las personas, creímos haber tocado el cielo y ahora vemos que todo era una ilusión. Creímos que el mundo iba a mejor, que luchábamos contra el hambre y la miseria en el mundo; y resulta que, cada vez más, la vemos a nuestro alrededor. Como ya digo, esto no es sólo por la reforma de la Constitución que, al fin y al cabo, siempre ha sido papel mojado cuando les ha interesado. Esto es por la miseria moral de la que todos participamos y que no somos capaces de dejar atrás.

Sólo espero que esta reforma sirva para que la gente despierte y no se deje engañar nunca más por esa calaña política que dicen servirnos y lo único que hacen es apretar más y más la soga que el Capital ha puesto alrededor de nuestro cuello.

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lunes, 22 de agosto de 2011

BRUTALIDAD Y REPRESIÓN: el Estado vuelve a mostrar su verdadera cara.

Las protestas de estos días contra el gasto de la visita papal han supuesto una oportunidad para que los cuerpos represores del Estado (expresión que define con exactitud lo que significan la policía y el ejército) demuestren su verdadero cometido que no es otro que coartar y reprimir cualquier atisbo de disconformidad, por parte de la población, con la línea oficial marcada por las elites gobernantes.

La brutalidad policial, propia de Estados dictatoriales (que al final va a resultar que son todos), vivida estos días nos ha dejado imágenes de ataques salvajes contra personas cuya única arma era la palabra, que de haberse producido en sentido contrario hubieran catapultado una avalancha de protestas por parte de políticos, medios de comunicación y organizaciones de todo tipo. Estas agresiones entroncan con una larga tradición represiva de estos cuerpos paramilitares españoles. Desde las recientes actuaciones policiales contra el pueblo indignado, pasando por la militarización de territorios como Euskalherria, la represión de los movimientos antimilitaristas, del movimiento okupa, la creación del GAL, etc... (por no remontarnos más ya que no existe época en nuestras tierras en que la brutal represión estatal no tuviera lugar).
No en vano, el Estado Español está siendo acusado repetidamente desde hace años por diversos organismos (tanto nacionales como internacionales) de violación de los derechos humanos, destacando sobremanera las prácticas torturadoras de los diferentes cuerpos policiales. De hecho, se producen una media de dos denuncias diarias por este hecho (teniendo en cuenta que las denuncias por torturas de la policía se realizan en comisarías y cuartelillos con lo que ello supone, podemos deducir que las denuncias representan una ínfima parte de las agresiones o torturas que realmente suceden).


Volviendo al presente, es importante resaltar el paso adelante de la represión estatal que ya no tiene ningún reparo en mostrarse abiertamente ante las cámaras. Esta demostración pública obedece a la necesidad que tiene el aparato estatal, más poderoso que nunca, en dejar claro que no va a tolerar ninguna desviación de la ideología imperante. Un claro ejemplo de esto sucedió durante la pasada huelga de controladores aéreos donde el Estado mostró todo su esplendor con la toma de los aeropuertos por parte del ejército.
Esta nueva demostración de brutalidad policial debe servir para que todos aquellos que todavía abogan por el fortalecimiento del Estado para hacer frente al sistema capitalista (sistema del que indudablemente los Estados son piezas fundamentales) reflexionen sobre el alcance que tienen sus proclamas. No se puede olvidar que cuando se exige que el Estado controle los desmanes económicos capitalistas, se está pidiendo que el Estado se empodere y su manera de hacerlo incluye por encima de todo aumentar su capacidad represiva. No hay que olvidar que el gasto militar y policial no se ha visto afectado en ningún momento en las sucesivas crisis económicas que el resto de mortales sí hemos padecido.

El Estado no es el pueblo y su misión no es velar por él, sino por sus propios intereses y así nos lo demuestra día tras día.
No debemos esperar que ninguna entidad actúe por nosotros, las personas somos las que debemos organizarnos para superar las adversidades.
Cuando el Estado actúa al pueblo le llueven hostias:
- El Estado actúa, la policía reprime al pueblo.
- El Estado actúa, el dinero se va a la banca y el pueblo sufre.
- El Estado actúa, los derechos sociales y laborales del pueblo se diluyen.
- El Estado actúa, la educación se convierte en adoctrinamiento y el pueblo en rebaño.
- El Estado actúa, la sanidad se convierte en sistema de drogadicción de masas y el pueblo se idiotiza.

En infinitas ocasiones vemos la represión, esta vez la policial (la más inmediata y violenta de todas, pero no la única). No tardaremos en sufrirla nuevamente puesto que la veda se ha alzado y hay vía libre para la brutal represión de los seres humanos.


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jueves, 4 de agosto de 2011

LA TRIBU FRENTE AL INDIVIDUO

De nuevo en ruta, un paso más en el largo camino hacia la dignidad. De la decisión de cada persona surge el colectivo, emerge la necesidad de volver a nuestros orígenes, la tribu. Esta vez, sin cometer el error de formar miles, sólo una, la tribu humana.

En un sistema cuya mejor arma de desactivación es el individualismo llevado al extremo, la respuesta natural debe ser lo colectivo. El uso de nuestras capacidades para recuperar lo que por derecho es nuestro, el espacio público donde hablar, debatir y decidir por nosotros mismos es un primer paso, un buen primer paso, pero sólo eso.
El gran paso consiste en llevar adelante esas decisiones. Por ello, romper el egoísmo inducido en el que vivimos es imprescindible. Sin el compromiso y el sacrificio, sin la capacidad de creer y pensar en el otro, sin el esfuerzo que supone la formación personal para poder actuar con conciencia, es imposible siquiera hacerle un rasguño al sistema, y estoy convencido de que para llevar adelante nuestras decisiones habrá que hacerle mucho más que un simple rasguño.
Indudablemente, esto es ampliamente conocido por los valedores del funcionamiento actual del mundo. De hecho, lo saben tan bien que sus mayores esfuerzos van dedicados a fabricar individuos y no personas.
La enajenación a la que se somete a cualquier ser humano (especialmente si desarrolla su existencia en los mal llamados países democráticos) desde la infancia es constante. Sistemas educativos diseñados para crear autómatas sin capacidad de raciocinio; perfectamente dispuestos a acatar todo aquello que le está reservado en la vida; modelos sociales vacíos de contenido moral a los que admirar con la secreta esperanza de convertirse en uno de ellos; referentes culturales prefabricados con el único propósito de hacer olvidar la verdadera cultura: la cultura popular; un inmenso sector dedicado exclusivamente a entretener al personal cumpliendo de manera tan eficaz su objetivo que ha acabado por convertirse en el analgésico más potente jamás utilizado por el ser humano.
El fomento de la diferencia es otra de las grandes armas del sistema. A lo largo de la historia, las religiones, las características personales, los determinantes culturales, la lengua, el territorio,... Todo ha sido utilizado siempre por los poderosos para mantenernos ocupados en guerras estériles que no nos dejan siquiera atisbar las verdaderas causas de la situación de opresión bajo la cual llevamos muchísimos años.
El retorno a lo tribal, a las raíces de nuestro mundo nos conduce inevitablemente a lo colectivo y es desde ahí, desde donde debemos iniciar la necesaria revolución.

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