lunes, 26 de marzo de 2012

29M HUELGA GENERAL

A pocos días de la jornada de huelga general vemos que, una vez más, todo parece indicar que el planteamiento simplista de los sindicatos mayoritarios no convence a muchas personas. Digo simplista por multitud de razones que requieren de diferentes líneas de análisis y comentarios y que yo no me veo con ganas de hacer, pero sí quiero decir algunas cosas al respecto:

- Como siempre la convocatoria llega tarde y responde a dos factores principales: por un lado, necesitan justificarse ante la mayoría de sus afiliados que llevan reclamando la huelga desde hace tiempo. Por otro lado, no podían permitir que les volviera a pasar como en la última huelga general donde los sindicatos vascos y gallegos ya se les adelantaron y les dejaron en ridículo (cosa que no es nada difícil).

- Antes de que el Gobierno firmara la ley que oficializa el terrorismo empresarial, más conocida como reforma laboral, estos sindicatos firmaron junto a la Patronal el “pacto por el empleo” que es un hermano pequeño de esta reforma y que ellos dieron por buena. También los servicios mínimos pactados y que han sido considerados como estupendos son un claro obstáculo para ejercer el derecho a la huelga y más bien parecen una nueva bajada de pantalones.

- No han querido escuchar las múltiples voces que se han levantado en las calles y plazas de todo el Estado que llevan mucho tiempo reclamando una huelga general (mucho más combativa que la convocada, pero bueno), arrogándose la voz de los trabajadores sin tener en cuenta a la mayoría de ellos.

- Tienen un funcionamiento interno tan poco democrático y tan parecido al de las grandes empresas, con las que tantas veces coinciden. Al igual que cualquier empresa es la junta directiva la que decide lo que se hace siempre buscando el máximo beneficio para ellos mismos sin contar con los trabajadores (en este caso los afiliados, aunque también hay mucho trabajador asalariado en los sindicatos). Estas decisiones implican despidos masivos cuando los beneficios económicos se resienten.

Todas estas cuestiones y muchas otras junto a un historial de pactos entreguistas con la patronal empresarial y los sucesivos gobiernos han dejado la credibilidad de estos sindicatos bajo mínimos, hasta el punto que ni siquiera se pueden aferrar a la afiliciación puesto que ésta baja cada día que pasa y ya no representa un número significativo de trabajadores.

Baste decir para cerrar el tema que muchos de los delegados sindicales y miembros de comités de empresa de estos dos sindicatos no van a secundar la huelga (en conversaciones personales me han asegurado que no sirve para nada y que no quieren que les descuenten el día de trabajo).

Hasta aquí mi rechazo a los sindicatos mayoritarios y su forma de entender y hacer sindicalismo (simple negocio de subvenciones y beneficios)


A partir de aquí, los motivos que me llevan a secundar la huelga general y a animar a todo aquel que me quiera escuchar a hacer lo mismo.

Coincido con aquellos que opinan que una huelga de un día no sirve de mucho y menos si no cuenta con el apoyo masivo de la ciudadanía pero este argumento no es suficiente para rechazar la oportunidad de salir a la calle a reclamar y luchar por lo que es justo. Es cierto que la lucha por la justicia social no se circunscribe a un solo día pero no hay que desaprovechar la ocasión en la que mucha gente saldrá a la calle, aunque no secunden la huelga irán a las manifestaciones convocadas y ahí debemos estar para protestar y para concienciar. Concienciar a todas aquellas personas que todavía siguen a remolque de las convocatorias sindicales y de las informaciones de unos medios de desinformación que nos indican en qué momento hay que protestar y por qué motivos.

Solamente, tal y como dicen los sindicatos mayoritarios, una reforma laboral que nos condena a la precariedad más absoluta y nos encamina a la esclavitud laboral al suprimir todo vestigio de derechos laborales que pudieran quedar junto a unas políticas de recortes en todos los servicios públicos son razones más que sobradas.

Ha pasado año y medio desde la última vez y sigo pensando lo mismo:
Esta huelga es algo más que disconformidad con unas decisiones gubernamentales. Debe ser la expresión de un rechazo unánime contra un sistema capitalista que exprime hasta el último aliento a las personas para luego condenarlas a una vida de miseria y a una muerte lenta y dolorosa.

Esta huelga es contra todos aquellos tiranos que, al frente de sus grandes empresas, sólo sienten la preocupación de haber ganado un 5% menos de lo esperado sin tener ningún reparo en matar de hambre a millones de personas. Es contra todos aquellos banqueros sin escrúpulos que arruinan a millones de trabajadores del llamado primer mundo y luego dedican sus beneficios a la fabricación de armas para poder aniquilar al resto del planeta. Es contra aquellos políticos que nunca han sabido lo que significa ejercer esa profesión y sólo se han dedicado a arrimarse al árbol que más sombra les ha hecho y, por supuesto, más dinero les ha ofrecido. Es contra todos aquellos periodistas que desconocen el valor del verbo informar y han optado por servir al poder repitiendo una y otra vez su mensaje hasta conseguir convertirlo en dogma de fe. Es contra todas aquellas instituciones que nacieron con el propósito de servir a la humanidad y acabaron confundiendo los términos y se dedican a servir al capital haciéndonos creer que eso es precisamente lo que la humanidad necesita. Es contra todos aquellos que creen que la verdadera razón reside en la fuerza y se dedican a imponer su verdad con las armas alrededor del mundo, sembrando muerte y desesperanza allá por donde pasan.

Pero, sobre todo, es contra nosotros mismos. Contra nuestra apatía y nuestra pasividad ante todo lo que sucede a nuestro alrededor. Contra nuestra manera cobarde de no afrontar la verdad y refugiarnos en un mundo de fantasía que nos han fabricado para ese propósito. Es contra todos los que pensamos que tenemos suerte de vivir tan bien como vivimos, contra todos los que no hemos aprendido nada de la historia, contra todos los que nos sentimos satisfechos pagando cuotas a cambio de caridad, en definitiva, contra todos los que sabemos que el mundo no camina en la dirección correcta y seguimos día a día viendo el televisor idiotizándonos un poco más a cada momento.

Esta huelga debería ser el principio de una nueva manera de pensar y actuar, debería servir para dejar de lado el miedo a perder la vida que llevamos porque esta vida no nos pertenece a nosotros sino que pertenece a ese sistema que tan bien nos la ha diseñado.

Porque este momento es el de la rebelión, el de decir que hasta aquí hemos llegado y que con nosotros no cuenten. Así que desde aquí les digo a los señores financieros, políticos, directivos, militares, medios de desinformación y demás piezas del sistema que hasta aquí hemos llegado, yo me apeo y, desde ya, no pienso permanecer callado y sumiso, no voy a seguir su juego y no voy a dejar de protestar hasta que su criminal sistema capitalista desaparezca.

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sábado, 3 de marzo de 2012

REFLEXIÓN SOBRE EL SENTIDO DE LA LUCHA

Un simple vistazo al panorama político-social que nos rodea en esta decadente sociedad nos ofrece una perspectiva desoladora.

El actual sistema encauza al ser humano hacia la eterna esclavitud y sometimiento a la esfera económica y, por tanto, a la dependencia del trabajo asalariado (al precio que sea) como único modo de vida. Ante esta perspectiva nos lanzamos a las calles cientos de miles de personas protestando y mostrando nuestro absoluto desacuerdo con unas políticas que cada vez más nos encaminan a la negación de todo aquello que significa ser humanos, es decir, al embrutecimiento de las personas hasta ponernos al borde de la incultura y perfectamente preparados para acabar los unos con los otros con tal de sobrevivir.

Sin embargo, siendo sinceros, la mayoría de las protestas van dirigidas contra cuestiones específicas que, en el fondo, podríamos resumir en la vuelta a un estado anterior de la situación. La verdad es que nos han condenado a la eterna esclavitud y contra esto nos conformamos con exigir la simple promesa de que todo vuelva a ser como antes, cuando todos éramos felices.

A pesar de que este tipo de protestas son menudencias para los actuales Estados y sus socios capitalistas, no han desaprovechado la oportunidad para enseñar los dientes y morder sin mayores reparos. Eso sí, sólo muerden en aquellas protestas organizadas fuera de los cauces que ellos controlan, seguramente en un intento de amedrentar cualquier intento de organización espontánea que pudiera cuajar al margen de sindicatos oficialistas y partidos habituales de la oposición (peones todos ellos igual de importantes en este juego).

Las últimas actuaciones policiales han desencadenado, por fin, la respuesta de un pueblo que parecía dormido ante las constantes agresiones y represiones policiales. El hecho que ha marcado la diferencia ha sido el objetivo de la violencia policial: jóvenes estudiantes protestando por las pésimas condiciones del sistema educativo.

Hasta hace bien poco, la represión se reservaba para organizaciones en lucha de marcado carácter político (antifascistas, anarquistas, independentistas, antidesarrollistas,...) y pasaba totalmente inadvertida para la gran mayoría gracias al eficaz trabajo de los medios de desinformación que simplemente ocultaban los hechos o los enmarañaban de tal forma que se convertían en legítima defensa policial frente a los desmedidos ataques de terroristas. Recuerdo una de las primeras informaciones que me impactaron, tiempo después de que sucediera. Fue la brutal represión policial acontecida en Sevilla contra una manifestación en protesta contra el quinto centenario. Aquello fue una verdadera orgía de violencia en la que se utilizó munición de verdad por parte de la policía acabando con tres heridos graves, uno de los cuales acabó muerto. Y qué decir de las innumerables denuncias realizadas en y desde la ONU (con todo lo que tiene que callar esta organización) contra las reiteradas torturas perpetradas por la policía y avaladas por un sistema judicial que en un alarde de sinceridad, jamás ha intentado enmascarar su marcado carácter continuista con la dictadura fascista.

Todo esto viene a revelar el marcado carácter dictatorial de este sistema de control social llamado democracia. Es por ello, que se plantea una profunda reflexión sobre lo que significa una verdadera contestación de carácter revolucionario.
En primer lugar, parece bastante claro que la acción amparada en organizaciones políticas o sindicales con un papel activo en este sistema democrático parece destinada al fracaso (si su objetivo es cambiar el status quo en el que sobrevivimos) o, siendo optimistas, a conseguir un relativo éxito en forma de pequeños paños calientes sobre las sangrantes heridas que nos inflige este sistema criminal. Pero no nos dejemos engañar por esas pequeñas mejoras momentáneas. Ahora y siempre no han sido más que refinados mecanismos de mejora para el propio sistema. Una de sus mayores habilidades siempre ha sido el adelantarse a cualquier movimiento de oposición para captarlo y tornarlo favorable.

Frente a esta cuestión no podemos caer en esa posición tan cómoda y, desgraciadamente, tan extendida de ser uno de esos revolucionarios de salón y ordenador que predican sus verdades absolutas acerca del fin del sistema capitalista debido a su propia incongruencia (ese precioso eslogan que dice algo así: el capitalismo requiere de una acumulación y depredación infinita dentro de un mundo con recursos finitos).

Comparto la frase y su significado, sin embargo, esta posición sólo es posible si se asume que nada ni nadie va a hacer nada al respecto.

Para todos aquellos que mantienen esta postura tengo un par de cuestiones. Una: sin plantear una verdadera batalla al sistema, la agonía puede eternizarse de tal manera que ninguna generación futura que podamos cabalmente imaginar, verá el final del capitalismo y de la opresión. Dos: esperar el derrumbe del sistema y pretender que ninguno de los actuales dueños del mundo haga algo al respecto (un vistazo histórico basta para darse cuenta de que ante cualquier situación mínimamente angustiosa para el poder se ha resuelto a través de la muerte y la destrucción) es, simple y llanamente, ridículo.

Este panorama reduce las opciones a nuestro alcance prácticamente al mínimo pero no las elimina. La única salida a este dilema es la creación de una conciencia colectiva que nos haga ver con claridad que cualquier intento de crear una nueva sociedad basada en valores de igualdad, justicia y solidaridad pasa forzosamente por un cambio en las relaciones de poder y sus estructuras jerárquicas. Mientras sigamos admitiendo que no podemos ser los protagonistas de este cambio y que deben ser otros los que lo hagan por nosotros estaremos avocados al fracaso y, por tanto, al eterno sometimiento. Sólo cuando empecemos a creer que de verdad somos ese 99% que vive bajo las garras de la tiranía y que por una simple cuestión de número podemos tomar las riendas de nuestro destino, estaremos iniciando el verdadero camino del cambio y de la revolución.