jueves, 27 de junio de 2013

DE LO DESEADO Y DE LO INMEDIATO


La claridad con la que se nos presenta el estado actual de cosas, debería hacernos pensar que ésta mal llamada crisis (más que crisis es la evolución lógica de un sistema depredador y explotador) no proviene ni de un desmantelamiento de lo que se ha dado en llamar Estado del Bienestar, ni de la corrupción política, ni de una desregulación del sistema financiero.
No parece posible, ni deseable, una vuelta al principio del s.XXI donde siempre según nuestra perspectiva de “sociedad democrática y desarrollada” todo iba fantásticamente bien (nunca nos cansaremos de repetir que para dos terceras partes de la humanidad hace muchísimos años que todo va indudablemente mal). Decimos que no es deseable, ya que como mencionábamos anteriormente, la situación de miseria y explotación que estamos viviendo es fruto del mismo sistema que nos dominaba entonces. Por tanto, sería de necios embarcarnos en una lucha de la que no podríamos salir jamás vencedores puesto que ningún resultado nos sería favorable.

En otro artículo de este blog citaba al historiador Braudel que decía: el capitalismo sólo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es el Estado. En mi opinión no se puede describir mejor la evolución sistémica que hemos vivido a lo largo de muchos años. El capitalismo se ha identificado tanto con el Estado que se han fusionado en uno sólo, de tal forma que los intereses de las grandes multinacionales son los intereses del Estado y todas las políticas dirigidas por el Estado favorecen directamente a éstas. Esta identificación sólo ha sido posible después del paso por la sociedad del consumo y del bienestar que consiguió con creces su principal objetivo: domesticar al pueblo y convertirlo en esclavo de su propio modo de vida, y después de años y años de adoctrinamiento educativo que han logrado con éxito su propósito: producir una generación tras otra de personas sin ningún tipo de pensamiento ni conciencia crítica (es obvio que estoy generalizando). Por si acaso, para aquellas personas que ni por esas quedaron convencidas de la benevolencia del sistema, el Estado ha puesto en marcha su maquinaria, más o menos encubierta, de represión dejando de este modo el camino franco para convertir esta dictadura capitalista en lo que ellos denominan estado democrático.

 
Por todo esto y muchas otras razones que no harían más que abundar en estos argumentos, nos parece que cualquier intento de construir una alternativa basada en el Estado y en la legitimación de su papel como benefactor de la sociedad y administrador de lo común está abocada al fracaso (además más temprano que tarde). Frente a esta afirmación cabe la alternativa de construir espacios y realidades al margen de cualquier control estatal. En este sentido desde siempre, aunque tal vez en los últimos tiempos más si cabe, se han ido desarrollando proyectos y espacios con un alto grado de autonomía (qué difícil es escapar del control social) en ámbitos tan dispares pero imprescindibles como el trabajo, la educación, la salud, el desarrollo comunitario,… Apoyamos sin reservas estos proyectos basados en la autonomía y la autogestión, donde la democracia directa es la base de decisión y donde todas las personas están al mismo nivel.

Sin embargo, no podemos ocultar una realidad. Estos proyectos son a día de hoy minoritarios, además requieren de una concienciación y una valentía que no todo el mundo, ni mucho menos, posee (al margen de la situación personal de cada una). Es necesario apoyar, fomentar y participar de estos espacios de libertad pero la situación apremia y una revolución de tal calibre (la que nos llevaría a una sociedad libre sin espacios de poder y sin explotación) lleva un largísimo camino que, si bien hemos de empezar a andar, no puede ser excusa para obviar la situación que nos rodea.


En el estado español hay familias enteras que día tras día se quedan sin un techo bajo el que cobijarse, casi un tercio de la población infantil pasando hambre, más de seis millones de personas desposeídas del único modo de subsistencia que el capitalismo permite (el trabajo asalariado), varios millones viviendo de la caridad o exprimiendo hasta la última gota cualquier pensión o prestación, recortes en todo tipo de servicios y prestaciones que precarizan más y más nuestra vida. Estas y tantas otras situaciones provocan un nivel de angustia e impotencia que llevan en algunas ocasiones a quitarse la vida ante la falta absoluta de perspectivas de futuro.

La pregunta es obvia, ¿cómo combinar ambas cuestiones? Una revolución tanto personal como social es imprescindible, pero hay algo clarísimo: la revolución o es de todos o no será y la situación actual está más encaminada a la subsistencia del día a día que a la alteza de miras y la consecución de grandes logros revolucionarios. ¿Entonces?

Sería ingenuo esperar que todo el mundo de repente comprendiéramos la absoluta necesidad de construir nuestras vidas y nuestra sociedad al margen del control estatal así pues, ¿qué hacer?


En este terreno, debemos seguir luchando en la defensa de nuestros iguales frente al canibalismo del capital, más que nunca hay que poner en marcha mecanismos de solidaridad y apoyo mutuo. La mejor forma de demostrar que la construcción de la autonomía es posible es demostrándolo día a día, no podemos encerrarnos en nuestros proyectos y desconectarnos de la realidad; sino que hay que tratar de ir involucrando al máximo de gente posible desde la práctica diaria de la solidaridad.

Aquí, también se plantea una cuestión interesante. ¿Cómo mantenerse al margen de luchas cotidianas cuando el dolor y la muerte de seres humanos nos envuelven de una forma absoluta? Imposible, hay que estar a pie de calle peleando incluso por reivindicaciones que nos saben a poco, reformistas y legitimadoras pero, sin duda, una salida de emergencia para esta situación asfixiante. Me detengo en tres luchas que me parecen interesantes por diversas razones.

Por un lado, en el tema de la vivienda hemos visto y seguimos viendo una enorme movilización social. Sé que la dación en pago no es solución (aunque sí un alivio) pero lo que me interesa del asunto y lo que apoyo fundamentalmente es el empoderamiento social frente a los desahucios y la toma de la okupación como una estrategia cada vez más aceptada por un mayor número de personas. La acción directa colectiva como forma de lucha es un paso enorme.
(Por ejemplo http://www.publico.es/457625/la-pah-ocupa-otros-dos-bloques-de-pisos-vacios-en-badalona-y-torrevieja)
 

Luego, tenemos el camino emprendido por diversos colectivos sociales por la Renta Básica. Existen múltiples propuestas sobre este tema, la mayoría de ellas encaminadas a perfeccionar la sociedad de consumo (aunque para ello, dotando de recursos económicos a todo el mundo), sin embargo el camino tomado por las gentes de la red de Baladre puesto en primera línea por los campamentos Dignidad extremeños tiene un factor de construcción de lo colectivo más que interesante, al tiempo que posibilita el abandono del trabajo asalariado como método de subsistencia.
(Me refiero a esto https://www.youtube.com/watch?v=m28bPSwSmgY)


Por último, en el ámbito laboral (por desgracia tan importante a día de hoy) destaco la lucha propuesta desde el anarcosindicalismo por la jornada laboral de un máximo de 30 horas semanales sin reducción salarial como estrategia para repartir el trabajo (y de paso un poco la riqueza).
(Propuesta aquí http://www.cnt.es/noticias/reduccion-de-jornada-30-horas-semanales-sin-reduccion-salarial)
 

Tomo las tres propuestas como ejemplo y como simples herramientas de transformación ante la emergencia social que vivimos, pero destaco lo mucho que pueden servir para que aquellas personas que no están por la construcción de ese otro mundo posible empiecen a vislumbrar otra realidad que sirva de impulso para seguir profundizando en su lucha personal y hacia una revolución social.

Sé que este es un discurso que no gusta a casi nadie; pero creo que conjugar las dos vertientes: la construcción de espacios independientes del control estatal y la mejora inmediata de las condiciones de vida de la inmensa mayoría, es muy importante para poder iniciar el largo camino de la evolución personal y, sobre todo, de la revolución social.

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domingo, 16 de junio de 2013

NO SOMOS CAPACES DE RECONOCERNOS


Es una idea que recurrentemente me viene a la cabeza y que creo que está en la base del triunfo del capitalismo como sistema de sometimiento y poder. No somos capaces de reconocernos como lo que somos, como iguales.
Hace mucho tiempo que sabemos que más de medio mundo malvive al borde de la muerte por inanición, sabemos que hay pueblos enteros sometidos bajo el dominio militar y represor y sin embargo, no somos capaces de actuar en consecuencia. No nos reconocemos como iguales, si lo hiciéramos sería imposible no tomar partido de inmediato y de forma decidida hasta acabar con esta situación.

Podríamos pensar que la distancia nos impide comprender la verdadera dimensión de este crimen, que el innegable sesgo etnocentrista con el que se nos presenta la información y la analizamos nosotros puede hacer muy difícil alcanzar ese posicionamiento claro. No obstante, este débil argumento (difícilmente sostenible) se desmorona al poner el foco de atención en lo cercano donde esos condicionantes y esos sesgos no existen.
 

A nuestro alrededor vemos día a día como la vida de muchas personas se va desmoronando a cada instante, gente sin un techo bajo el vivir, personas que no tienen qué comer, múltiples sufrimientos desatendidos y dejados de lado porque no son compatibles con la lógica capitalista, niños pasando hambre en nuestro entorno y un sinfín de problemas a cada cual más desesperante. Tanto que el número de suicidios ha aumentado espectacularmente desde que se inició esta ofensiva capitalista contra los seres humanos. Este dato debería ser extremadamente doloroso porque un suicidio no es más que la terrible confirmación de una derrota, de una derrota de la sociedad, de todos nosotros.  

En un sistema cuya mejor arma de desactivación es el individualismo llevado al extremo, la respuesta natural debe ser lo colectivo. Para ello, debemos empezar a reconocernos en un plano de igualdad. Lo colectivo sólo puede surgir de la conciencia y del reconocimiento de que hemos sido anulados como seres críticos a través de cientos de años de sometimiento.

La alianza entre el Estado y el Capitalismo ha trabajado y sigue haciéndolo de manera intensa dedicando sus mayores esfuerzos a fabricar individuos y no personas. Este es el paso previo fundamental para anular nuestra capacidad de reconocernos como iguales.
 

La enajenación a la que se somete a cualquier ser humano (especialmente si desarrolla su existencia en los mal llamados países democráticos) desde la infancia es constante. Sistemas educativos diseñados para crear autómatas sin capacidad de raciocinio, perfectamente dispuestos a acatar todo aquello que le está reservado en la vida; modelos sociales vacíos de contenido moral a los que admirar con la secreta esperanza de convertirse en uno de ellos; referentes culturales prefabricados con el único propósito de hacer olvidar la verdadera cultura: la cultura popular; un inmenso sector dedicado exclusivamente a entretener al personal cumpliendo de manera tan eficaz su objetivo que ha acabado por convertirse en el analgésico más potente jamás utilizado por el ser humano.

El fomento de la diferencia es otra de las grandes armas del sistema. A lo largo de la historia, las religiones, las características personales, los determinantes culturales, la lengua, el territorio,... Todo ha sido utilizado siempre por los poderosos para mantenernos ocupados en guerras estériles que no nos dejan siquiera atisbar las verdaderas causas de la situación de opresión bajo la cual llevamos muchísimos años.

Incluso en los ambientes más comprometidos con la lucha por la justicia social se percibe esta incapacidad que hace que se parcialicen las luchas en función de la capacidad de identificarse como iguales con los destinatarios de esas luchas.

El trabajo por romper el egoísmo inducido en el que vivimos es imprescindible. Para ello, debemos perder el miedo al compromiso y al sacrificio, sin la capacidad de creer y pensar en el otro, sin el esfuerzo que supone la formación personal para poder actuar con conciencia, es imposible siquiera hacerle un rasguño al sistema.

Es imprescindible empezar a pensar de forma colectiva ya que lo contrario nos ha conducido a la interminable espiral de reivindicaciones y luchas parciales (basadas en la aparente mejora de las condiciones de vida para unos a costa del sometimiento y la humillación de otros muchos) que tan sólo han conducido al fortalecimiento de este sistema criminal que tiene sometida a la inmensa mayoría de la humanidad.

Es necesario recuperar la capacidad de reconocernos como iguales, como partes de lo colectivo. Sólo así, será posible empezar a socavar los espacios de poder y dominación que están en la base de nuestra aniquilación como seres humanos.

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