lunes, 29 de julio de 2013

DESIDIA INOCULADA


Desidia: Falta de cuidado, interés, energía o actividad. Desidia, dejadez, abandono, negligencia, pereza, indolencia… Tiene que ver con el comportamiento humano, sobre todo, en el ámbito social que finalmente es donde todas las personas estamos situadas.
Inocular: Introducir una sustancia en un organismo. Transmitir por medios artificiales una enfermedad contagiosa. Pervertir, contaminar.
 
Afrontamos y padecemos una realidad donde la desidia es un valor siempre cotizado, imprescindible para que este sistema criminal y depredador funcione. Es necesario que los seres humanos pierdan el interés y la energía necesaria para luchar por sí mismos y por los demás. Una vez conseguido esto, la esclavitud mental y posteriormente la física están al alcance de la mano. Por eso el poder no ha dudado, ni lo hará, en desplegar todo su arsenal para inocular esta desidia que tanto le favorece. Sabe que el control se obtiene mucho más por la sumisión voluntaria que por la represión (que reserva para aquellos que se muestran más resistentes a esta inoculación masiva), por eso se muestra tan persistente y, desgraciadamente, tan eficaz en su propósito de que la desidia sea un rasgo fundamental del comportamiento humano. Esto sucede en mayor medida en aquellas sociedades autodenominadas desarrolladas y democráticas.
 
 
La desidia se fomenta de varias formas:
 
Desconectando a las personas entre sí. Es decir, se potencia la creencia de que cada uno debe preocuparse por sí mismo y que nadie va ayudarle en un mundo donde lo importante es lo alto que puedas llegar y no cómo lo hagas. Desconectando a las personas de sí mismas, fortaleciendo el culto a lo externo, a lo que se ve y relegando el mundo interior al carácter de menudencia que es mejor no desarrollar por ser poco más que una pérdida de tiempo.
Haciendo sentir a la gente que nada de lo que le sucede y pasa a su alrededor depende de ella. Afianzando la creencia de que deben ser los elegidos (elegidos por el sistema) los encargados de dirigir nuestras vidas y el papel de la gente queda reducido a la aceptación. Así se establece el delegacionismo como método básico de funcionamiento social y como método de absoluto control social.
Acelerando el ritmo de vida y encumbrando la medida del tiempo (el tiempo es oro, o al menos eso se nos hace creer) La coronación del dinero como valor absoluto y de la sociedad del trabajo como único medio para acceder a él, nos convierte en máquinas dedicadas en exclusividad a la consecución de los objetivos que la sociedad nos marca. Estas condiciones que nos imponen para sobrevivir obligan a centralizar la vida en la cuestión laboral, impidiendo cualquier consideración de importancia que no tenga que ver con esto. Lo que crea una cultura de lo inmediato en la que no tiene cabida el esfuerzo desinteresado ni la implicación personal en lo común.
 
Mecanismos de inoculación:
 
Es sabido que el poder tiene infinitud de maneras de ejercer su dominación sobre las personas y en la cuestión de la que estamos hablando, utiliza varios de los mecanismos más potentes a su alcance.
- Sistema educativo: Durante décadas, millones de personas hemos pasado por este filtro encargado de modelarnos y adecuarnos a las necesidades de cada momento histórico. La misma introducción de este sistema responde a la necesidad de producir en serie combustible humano para alimentar el engranaje de la recién llegada sociedad industrial. Desde ese mismo instante se vislumbró el potencial de la educación estatal y de la imperante necesidad de universalizarla. Esta necesidad se ha visto colmada, independientemente del tipo de régimen político instaurado y de la supuesta orientación ideológica del mismo. En todos estos lugares el sistema escolar tiene un objetivo primordial más o menos oculto: transmitir y asegurar la asimilación de una necesidad de ser enseñados.
De esta forma se consigue que las personas nos desentendamos de la responsabilidad de nuestro propio desarrollo. La escuela nos instruye para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado dentro de nuestro sistema social y para saber aceptar que esa posición no depende de cada uno de nosotros; sino que está en función de una serie de parámetros (económicos, étnicos, origen social,…) que el propio poder se encarga de medir y catalogar. Esto nos lleva al desapego por el otro, puesto que necesitamos concentrarnos en lo que se espera de nosotros y, por tanto, todo lo que no tenga que ver con eso no importa y no merece esfuerzo alguno.
- Medios de comunicación: Los medios de desinformación masiva se dedican incesantemente al bombardeo continuado de noticias y situaciones a cada cual más horrible y desgraciada. La estrategia es clara y simple, insensibilización por desgaste. Y de verdad que lo han conseguido, la gente es capaz de comer mientras en ese lapso de tiempo ve u oye docenas de muertes por diversas causas, catástrofes ambientales a cada cual peor, gran cantidad de usureros delincuentes saliéndose con la suya sin mayores problemas,… este bombardeo permite que no se establezcan relaciones entre estos fragmentos de la realidad, al mismo tiempo que consigue que la gente desconecte y deje de empatizar.
Por otro lado, jamás se muestran los logros colectivos, a excepción hecha de los deportivos y, normalmente, las noticias que proporcionan al gran público sobre lo colectivo tiene que ver con la maldad.
- Partidos políticos y sindicatos: Después de mucho tiempo estas organizaciones han conseguido desarticular todo lo común y relegar el papel de la gente al de mero espectador de lo que acontece. En diferentes etapas han conseguido desarticular todo lo que huela a común y organización popular, han logrado desmovilizar y desmotivar a la gente al someterlos a un continuo desgaste por las migajas del sistema y, finalmente, han conseguido desarticular todo intento de participación política a través de sus monumentales aparatos burocráticos y de su descarada inserción en los mecanismos de control del sistema capitalista.
- Mercado laboral: En esta sociedad del trabajo en la que vivimos, el capitalismo maneja uno de los mejores métodos de control que tiene el efecto secundario de la inoculación de la desidia: lo que ellos llaman el paro estructural o la masa de gente sin trabajo. La presión ejercida sobre las personas sin trabajo asalariado y su condena a vivir en el lado de los excluidos socialmente facilita la desconexión social y el encumbramiento del todo vale porque: en esta sociedad o trabajas o estás muerto. Así se deja de tener interés en el otro para centrarnos en nosotros mismos y en cómo mejorar nuestra situación personal aunque, para ello, haya que pasar por encima de otra persona.
- Religión: No podemos olvidar el papel que juegan las grandes religiones en las sociedades actuales (por mucho que quieran definirse como laicas). Lejos de priorizar aquello del amor al prójimo; se ha impuesto la resignación y la aceptación a los hechos de la vida como algo que no podemos controlar puesto que proviene de la voluntad divina (aunque ésta sea la voluntad de los poderosos). También se ha impuesto la concepción de la caridad como método de compensación por aceptar el destino, de tal manera que se desarticula cualquier opción de cambiar el orden establecido puesto que de esta forma se perpetúan los estratos de poder y dominio. No en vano la iglesia, el brazo armado de la religión ha sobrevivido a siglos de avatares diversos. Ha sabido como nadie aliarse al poder y pasar a formar parte de él.
 
Esto sólo pretende ser un esbozo de cómo se consigue la inoculación de la desidia en el comportamiento humano. Las consecuencias que se derivan son simplemente terribles y las vivimos a diario. Así, vemos pasar ante nuestros ojos situaciones y acciones que nos afectan directamente pero no somos capaces de reaccionar por esa terrible desconexión producida por la desidia (desde luego entre otros factores). Por supuesto, contamos con el ejemplo de todas las personas que se muestran resistentes a este contagio y luchan y construyen a diario para cambiar esta realidad terrible.
 
Sin embargo, la inmensa mayoría cae bajo los efectos de esta inoculación contra la que debemos combatir.
Imprimir

miércoles, 10 de julio de 2013

VIVIR DEBE SER OTRA COSA



Podría ser tan plena, tan alegre, tan vivible. Lo tenemos todo para que así sea. Jamás como ahora hemos tenido tan al alcance de la mano todo aquello que necesitamos para lograrlo.

Disponemos de comida más que suficiente para alimentarnos toda la humanidad sin problemas. Hemos alcanzado un nivel de comprensión científico-natural que nos permite entender mejor que nunca cómo nos relacionamos con el planeta. Disponemos de gran cantidad de medios técnicos para comunicarnos con cualquier persona situada en cualquier parte del globo de forma instantánea, y para obtener información igual de rápida de cualquier suceso acontecido. Existe un nivel de alfabetización a nivel mundial jamás alcanzado que nos abre las puertas a la lectura y al análisis de todo tipo de fuentes de experiencia. En todos los ámbitos, la investigación tecnológica está muy desarrollada y debiera permitir una teórica sociedad libre de pesadas cargas y más preparada para afrontar las situaciones adversas.

Todos estos factores y muchos otros parecen jugar a nuestro favor. En un mundo basado en lo racional y en el sentimiento de fraternidad universal, la vida sería placentera y divertida. Sin embargo, ese no es nuestro mundo.

Usamos esa comida más que suficiente para hacer negocio y sacar beneficio en lugar de alimentarnos todos de forma correcta y suficiente. Preferimos destruir el modo de vida rural y sustituirlo por uno industrial donde el beneficio económico está por encima de todo. Somos capaces de eliminar las cosechas que necesitamos para comer y sustituirlas por enormes extensiones de basura transgénica que tan sólo alimenta los bolsillos de unos pocos mientras mata de hambre y enfermedades varias a millones de seres vivos.
Utilizamos nuestra comprensión sobre el funcionamiento de la naturaleza para destruirla cada vez más. Deforestamos, desertizamos, explosionamos, desecamos, contaminamos, en definitiva “matamos todo lo matable” (incluidos nosotros mismos) por un montón de beneficios que todos sabemos que no se comen y no alimentan pero, a pesar de eso, lo hacemos.
Parece más que factible que usar todos esos medios para estar en contacto con tal cantidad de personas diferentes, debiera conducirnos a un mundo más empático y sobre todo, más capaz de implicarse con el otro. Lejos de eso, estamos en el momento más antisocial de la historia donde conceptos como amistad, compañerismo,… han sido destruidos y sustituidos por una morbosa necesidad de exhibición.
Preferimos utilizar nuestro nivel de comprensión del lenguaje y de la comunicación para empaparnos hasta la última gota de historias insustanciales servidas al por mayor por la maquinaria cultural dominante. Usamos todo nuestro potencial en la evasión de una realidad que comprendemos pero no combatimos sino que asumimos y preferimos evitarla haciendo uso  de aquello que debería ser la piedra angular de nuestra lucha emancipadora: la conciencia y el pensamiento para precisamente aniquilarlos sin piedad.
Utilizamos todos los avances tecnológicos para perpetuar nuestra condición de dependencia y esclavitud en lugar de ser capaces de usarla para liberarnos. Hemos creado infinitas maneras de matarnos unos a otros, incontables técnicas para esquilmar el planeta hasta la destrucción final y no hemos sido capaces siquiera de poder emanciparnos del trabajo como modo de vida. Fabricamos aviones que vuelan y matan sin tripulación alguna y, no obstante, es imprescindible nuestra presencia en la fábrica durante jornadas cada vez más largas de trabajo.

La vida debería ser otra cosa, pero hemos dejado que todos estos factores y muchos más queden en manos de una ínfima cantidad de gente para que tome la decisión de cómo utilizarlos. A estas alturas, la respuesta es obvia: en su propio beneficio y en grave perjuicio de todos y todo lo demás.

Esto no pretende ser ningún análisis de la realidad ni ninguna teoría de la verdad, es tan sólo el fruto de la impotencia y de la rabia al ser consciente de que la vida podría ser una experiencia maravillosa para todos sin excepción. Uso la primera persona del plural porque creo que todos contribuimos a este estado de cosas (sé que unos más que otros, pero todos lo hacemos) y porque somos todos los que permitimos que, a pesar de ser conscientes de ello, esto siga pasando.
Cada día de nuestras vidas hacemos elecciones que refuerzan este sistema y matan (sí, matan, exterminan, liquidan) a seres vivos de todas las especies, incluida a la que se supone pertenecemos. El deterioro social es más que evidente, pero seguimos teniendo la oportunidad, la voracidad del sistema y su absoluto desprecio por la vida nos ofrece cada día ocasiones de subvertir este orden maldito y criminal. Todo proceso de cambio, revolucionario parte de una verdad a la que no se está dispuesto a renunciar bajo ningún concepto, hasta ahora hemos podido tener intuiciones, sentimientos de afinidad más o menos desarrollados pero ha llegado el momento de escoger. Cada uno de nosotros necesitamos descubrir esa verdad a la que no vamos a renunciar e iniciar nuestro proceso revolucionario junto a todos los que así lo sientan.
 

Imprimir