martes, 24 de junio de 2014

LO GLOBALIZARON TODO (O CASI)


Globalizaron a su Dios y el culto al dinero se impuso en todos los rincones del planeta. Se dio por finalizado el combate religioso por imponer al verdadero Dios, todo el mundo quedó convencido y así nos propusimos adorarle hasta las últimas consecuencias, unificando los diferentes cultos en uno sólo y con un sólo precepto: “harás cualquier cosa por poseerme”

Globalizaron la guerra y enfrentaron a los que jamás tuvieron ganas de hacerlo, consiguiendo convertir el planeta en un enorme campo de batalla donde el asesinato es la cara habitual de la vida y donde uno puede alegrarse de que en su tierra se fabriquen las armas que matan a cualquiera en cualquier parte del mundo.

Globalizaron el hambre hasta convertirla en tan normal que pasó desapercibida ante nuestros ojos y empezamos a verla como algo tan natural que pensamos que pasar hambre era bueno para la salud.

Globalizaron el afán de tener, de poseer. Y nos encontramos con un mundo en que todo tiene propietario y por tanto todo es susceptible de ser vendido: los seres vivos, los inertes, el agua, la luz, la tierra, el cielo, hasta la luna es objeto de compra-venta.

Globalizaron la producción de todo tipo de inutilidades y consiguieron que la miseria se extendiera imparablemente por todo el planeta mientras unos pocos llenaban sus bolsillos con esa miseria.

Globalizaron la democracia y la ausencia de libertad se hizo más patente que nunca.

Globalizaron la cultura y la comida basura apareció hasta debajo de las piedras mientras la poesía era desterrada a un universo paralelo.

 
Lo globalizaron todo, o casi todo. Se olvidaron de nosotros, del ser humano. Para nosotros tenían un plan diferente, totalmente contrario.

Nos atomizaron, nos individualizaron, nos convirtieron en seres inconexos para hacernos creer que éramos únicos mientras nos transformaban en una masa amorfa y homogénea incapaz de reconocernos como iguales. Anularon nuestra capacidad de globalizar los sentimientos, de empatizar, de amar, de sentirnos como uno sólo frente a su mundo salvaje y miserable. Consiguieron arrastrarnos y situarnos en la posición justa que debíamos ocupar para que toda la maquinaria de miseria y muerte que supone su globalización funcionara a las mil maravillas. Nos impusieron y nos dejamos hacer un moldeamiento a medida de la injusticia y el dolor que ha supuesto su modelo.

Así nos convertimos en seres capaces de devorar cualquier producto, a cualquier precio, de cualquier parte del planeta pero que no conseguimos ver el dolor a nuestro lado, ni siquiera en nosotros mismos.

Somos incapaces de reconocer que nos golpeaba a diario un látigo que nos hace un poco más serviles cada día, un poco más inútiles como personas.

LO GLOBALIZARON TODO Y NOS CONVERTIMOS EN NADIE, EN NADA.


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jueves, 5 de junio de 2014

¿Y SI DESCENDIÉRAMOS DE LAS POLILLAS?

Corremos, corremos siguiendo cada luz, cada señal que creemos ver. Seguimos un instinto que nos dice que esta vez es la buena, que por ésta sí vale la pena el esfuerzo, que será la definitiva, la que nos acercará a nuestro objetivo final de un mundo donde  nadie tenga la oportunidad de situarse por encima de nadie para dirigir su vida.

Parecemos como esos insectos voladores, esas polillas que cuando llega el verano ven cómo aparecen de repente cantidad de puntos de luz que les atraen irremediablemente para acabar cruelmente achicharradas para regocijo del personal congregado. Exactamente esa es la sensación que tengo muchas veces.

Así me sucede cada vez que nos encienden las luces en forma de trozo de tela, agitando un sentimiento nacionalista (me da igual de qué nacionalismo hablemos) que nos va a llevar a una sociedad mejor porque, al parecer, la solución a todos nuestros males radica en situar unas fronteras aquí o allá y en reafirmarnos como ciudadanos de tal o cual país. También me sucede cada vez que se acerca una convocatoria electoral y a la gran mayoría le entra el recurrente anhelo de tomar el poder a través de las urnas y montar no sé qué revolución desde el gobierno, para a renglón seguido empezar a quejarse de toda esa gente que no ha votado (o no ha votado su opción) y ha imposibilitado el verdadero cambio. Ahora me vuelve a suceder, el poder nos ha encendido la luz de la monarquía y hemos alzado el vuelo como desesperados en pos de la república salvadora.

Al igual que con los otros temas, comprendo que haya gente que haya hecho de esto la lucha de su vida y, de una forma sincera, crea que esto es algo por lo que vale la pena luchar. Pero creo que deberíamos hacer un esfuerzo por reflexionar acerca de lo que hay de verdadero cambio a día de hoy en el hecho de sustituir el modelo de Estado. En mi opinión, a parte de dejar de alimentar a una extensa familia de parásitos y dejar de ser de manera formal (que no verdadera porque lo seguiremos siendo) súbditos, nada más nos traería la tan ansiada república. Estoy seguro que con esto nos volveremos freír al calor de la luz que el poder nos enciende.

Estos son sólo algunos ejemplos, se podría hablar de muchos más. Todas estas luces que nos encienden son muy potentes, tienen una capacidad de atracción muy elevada pero sobre todo tienen una característica esencial: todas están encauzadas y dirigidas dentro del ámbito institucional, todas forman parte de esa afirmación sistémica: que la democracia está en las urnas y en las instituciones que éstas se encargan de legitimar y mantener. Son luces escogidas y alentadas con la inestimable participación de los medios de desinformación para darles la apariencia de revolucionarias y antisistémicas; cuando lo cierto es que lo único que pretenden y consiguen es encauzar la atención y la energía de mucha gente que siente que esta vida no es la que quieren vivir.

A pesar de todo esto, no podemos dejarnos cegar por tanto destello, existen verdaderos focos que merece la pena mirar y acercarse a ellos, así como defenderlos frente a las constantes agresiones que sufren. Una muestra de iniciativas que realmente son consideradas peligrosas por el sistema y, sólo hay que fijarse un poco en la respuesta por parte del Estado, son los centros sociales autogestionados. En los últimos tiempos se ha desatado una campaña de persecución y desalojo* de este tipo de iniciativas (en realidad siempre ha existido esta represión contra los centros sociales pero últimamente se ha incrementado de manera ostensible) que ya me gustaría que tuviera la misma respuesta por parte de la gente que cuando nos encienden una luz de las que hablaba anteriormente. Este tipo de planteamientos sí que preocupan y mucho al poder. Personas que deciden optar por la autoorganización en lugar del seguimiento al líder, optar por la justicia en lugar de la legalidad, optar por el bien común en lugar del lucro individual… El poder trata de enmascarar todo esto con sus campañas difamatorias aludiendo a los tópicos de que todos son una banda de drogadictos, delincuentes, etc. sin embargo, la respuesta a cada desalojo por parte del entorno más próximo a los centros (es decir, por parte de las personas que están vinculadas y los consideran como parte de su vida social) nos hace ver lo lejos que se sitúa la realidad de los relatos de ficción con que nos bombardean los medios.

Es necesario que las gentes que realmente sienten la necesidad de construir un mundo nuevo justo y sin explotación de ninguna clase empiecen a discernir entre tantas luces que alumbran porque son muy pocas las que no acabarán por quemarnos.

 

* Algunos de los CSO desalojados o a punto de hacerlo durante el 2014: La Carbonería, Eskuela Taller, La Madreña, Palavea, La hormigonera, Can Vies, La Matriz, La Casika, La Traba.

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