sábado, 28 de noviembre de 2015

ATAQUES MASIVOS

Con la escalada del terrorismo organizado en los últimos tiempos se vuelve a apelar al miedo por parte de las grandes potencias para, nuevamente, justificar lo injustificable. Como es costumbre en estos casos se viene repitiendo hasta la saciedad que lo que está siendo atacado es el sacrosanto valor de la libertad, pilar fundamental de la fantasía democrática.
Como en tantas otras cuestiones el uso y abuso que el poder hace de este concepto ha acabado por vaciarlo1 para dotarlo de significados que ya nada tienen que ver con su verdadero sentido.
¿Qué libertad está siendo atacada? Es posible que sea la libertad de vivir con unas condiciones materiales que tan sólo son posibles gracias al exterminio de la naturaleza y de media humanidad, un estilo de vida totalmente ajeno a las necesidades vitales y absolutamente apegado a las necesidades impuestas por un sistema basado en el beneficio económico y la dominación de toda forma de vida.
Tal vez me equivoque y la libertad que está siendo atacada es la de elegir la forma que queremos que adopte el yugo que nos mantiene sometidos y nos obliga a ganarnos la vida (porque no basta con estar aquí, parece ser que la vida hay que ganársela, por supuesto produciendo beneficios económicos para unos pocos) para demostrar que no somos simples parásitos y merecemos consumir todos aquellos productos que libremente tenemos al alcance de nuestra mano.
A lo mejor, la libertad que está siendo atacada es la tan famosa libertad de expresión. Esa misma que lleva a diario a gente a los tribunales y a la cárcel, la misma que permite ensalzar el fascismo y criminaliza cualquier discurso que se salga mínimamente del orden establecido.
No descarto que la libertad de la que estamos hablando sea la de consumir todo aquello que nos permita el mísero salario o la limosna gubernativa (incluso más, gracias a que tenemos la libertad de endeudarnos).
Apelando a ese pozo de sabiduría moderna que es la wikipedia vemos el significado de eso que llamamos libertad: “Según las acepciones 1, 2, 3 y 4 de este término en el diccionario de la RAE el estado de libertad define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni impuesto al deseo de otros de forma coercitiva.” 
¿De verdad pensamos que no estamos sujetos al deseo de otros o que vivimos en una sociedad donde no existe la coerción? Todas las condiciones que rigen nuestra vida son impuestas, nuestro moldeamiento como seres humanos es absoluto. Desde bien pequeños nos vemos inmersos en un modo de vida donde todo está ya diseñado: cómo debemos relacionarnos con los demás y con el medio, cómo debemos expresar nuestras inquietudes y cómo debemos canalizarlas, qué cosas debemos aprender y cuáles debemos olvidar en el momento en el que nos incorporamos a la vida adulta, cual es el sistema de organización social que nos proporciona una vida mejor… Ni que decir tiene la inmensa cantidad de formas de coerción existentes.
Porque seamos claros: ¡La libertad está siendo atacada! Y lo está siendo desde mucho antes de que cualquiera de los que podamos estar leyendo esto hubiéramos nacido. Las armas siempre han sido un recurso utilizado por el poder para atacar la libertad; pero ni mucho menos han sido el único. Su gran arma es la colonización prácticamente absoluta de nuestras mentes y, por tanto, de todo aquello fruto de las mismas: Sistemas educativos, religiones, medios de información, productos culturales… Todo sirve para ir construyendo un imaginario colectivo que conforma el marco de referencia para cualquier persona. En ese marco no cabe la libertad individual, no cabe la disidencia. En la mayoría de las ocasiones, ni siquiera somos libres cuando ejecutamos pequeñas elecciones en nuestra vida cotidiana porque las opciones a escoger están tan marcadas por nuestros valores y prejuicios, tan laboriosamente esculpidos por el poder, que todo se convierte en una pequeña ilusión de libertad.
La lucha por la libertad es primordial; pero nada tiene tiene que ver con bombardear y arrasar países más o menos lejanos. La lucha está en cada uno de nosotros, en nuestra forma de pensar y actuar, está en las acciones individuales y colectivas que podamos hacer. La libertad jamás podrá ser hija de la barbarie, será necesario ser capaces de imaginarla primero y poder pensarla después para saber hacia dónde debemos encaminarnos. Para ello, irremediablemente, deberemos aprender a esquivar y desarticular todo aquello que nos impida caminar.
 
1 Conceptos vaciados http://quebrantandoelsilencio.blogspot.com.es/2015/02/conceptos-vaciados.html

Imprimir

lunes, 16 de noviembre de 2015

FACTORÍA DE TERROR


Formamos parte de un mundo donde la barbarie y el terror son formas habituales de convivencia, son maneras de vertebrar sociedades y de imponer voluntades. Es lo que muchos llaman el orden criminal del mundo.

París ha sido uno de los últimos escenarios, que no el único, donde el terror ha interrumpido la vida de una forma brutal. Pero no nos engañemos: eso mismo sucede a diario alrededor del mundo. La diferencia en este caso es la espectacularización de los hechos. Cuando las matanzas se suceden en regiones remotas apenas ocupan un pequeño espacio (o ni eso) en los medios informativos de masas y, en consecuencia, ocupan un diminuto lugar en nuestro pensamiento que apenas merece un instante de nuestro preciado tiempo. Por supuesto, cuando el terror se produce entre nosotros debe ser espectacularizado para captar a las masas y preparar el terreno para la justificación de más terror (entrando así en una espiral de la que tan sólo se benefician los mercaderes de la muerte) y la implantación de un nivel superior de estado policial y de control social. No hay que olvidar que en los países donde existen las llamadas democracias formales se necesita vender todo esto como actos de justicia y legítima defensa para justificar toda la coerción y la represión venidera así como los ataques a todo aquel que se considere enemigo, aquí las formas son importantes para diferenciarnos de cualquier dictadura al uso aunque los fondos sean similares.

Francia, Siria, Líbano, Yemen, México, Nigeria, Palestina y tantos otros han vivido en las últimas horas el horror y el dolor que producen las guerras. Y en la guerra, sólo existe una lógica: es necesario que muchos mueran para que unos pocos sigan enriqueciéndose y puedan seguir haciendo girar la rueda en la dirección que más les convenga. Da igual en que bando estés situado, al final de una forma u otra acabas muerto a menos que seas de los que deciden.

Los asesinatos son tan sólo una expresión más del quehacer habitual de un mundo criminal. Si pensamos por un momento todo lo que conlleva esta forma de vivir podemos hacernos una idea más clara de que el terrorismo organizado y la muerte violenta son el pan de cada día necesario para que se mantenga esta locura a la que llamamos mundo civilizado.

A continuación un pequeño esbozo del mundo sobre el que se sustenta nuestro modo de vida: millones de personas condenadas a morir de hambre porque es más rentable producir comida para tirarla que para comer o, simplemente, porque alguien ha decidido que toda esa gente no es necesaria para el sistema. Millones de personas condenadas a morir por no poder beber agua potable porque es más rentable apropiarse de ella y contaminarla en favor de la extracción de cualquier mierda que ni se come ni se bebe. Millones de personas condenadas a morir porque es más rentable crear supuestos remedios para enfermedades inventadas que erradicar enfermedades en algunas partes del mundo. Millones de personas condenadas a morir porque es mucho más rentable fabricar y vender instrumentos de muerte que, simplemente,  permitir una coexistencia pacífica. La lista podría seguir eternamente y siempre nos encontramos con que los condenados son los mismos (da igual en que región vivan), somos siempre los desposeídos, los que nos vemos forzados a vender nuestra alma y nuestra fuerza para seguir viviendo. Así también nos encontramos con que los que condenan son siempre los mismos, los que se atribuyen la propiedad de todo lo existente: los grandes capitales, los Estados y todas las instituciones que crean y sostienen entre ambos para mantener el orden establecido. Vivimos en un mundo tan civilizado y racional que el beneficio económico se impone por encima de todo y de todos. En un mundo donde todo tiene un precio, la vida es el artículo más barato.

El bombardeo mediático, el espectáculo del terror permite que hoy el dolor se extienda por el mundo en respuesta a los asesinatos de París. Ese dolor genuino nos demuestra que todavía queda algo de humano dentro de nosotros; sin embargo no podemos obviar que todo esto es fruto de esa sobreexposición mediática. No obstante, sabemos que la capacidad de sentir sigue ahí, así que es posible que llegue el día en que todo el terror que se produce a diario nos duela de igual forma (sin necesidad de que nadie nos indique qué víctimas son merecedoras de nuestra empatía). Ese será el día en que estaremos en condiciones de afrontar una verdadera revolución. De iniciar una verdadera lucha por la liberación.

Imprimir